Confusiones, preguntas sin respuestas desbordan las calles, los hogares, los sitios de trabajo. Desesperanza, impaciencia por saber, las pocas directivas de los políticos son desmenuzadas en sentido positivo y negativo. La necesidad de orientación se convierte en una espiral tan aguda como el hambre que estamos padeciendo.
¿Qué sabemos hasta ahora?, que el Poder Electoral (CNE) no es confiable, que está conectado con los 6 millones del sistema carnet de la patria, construido para someter a los ciudadanos bajo la consigna “Si no votas por mí, no comes”. Su aplicación permite predecir cuántos votos sacará el gobierno y cuántos la oposición. Para las encuestadoras fue imposible medir esta nueva variable, una cosa fue pregonar el rechazo al régimen y otra decidir frente a la bolsa CLAP en la posición de tómala o déjala, con el estómago vacío.
Hay que tomar conciencia, pedir a los que nos dirigen que se pregunten, sin disfraces y con el ego bajo la suela del zapato: ¿estoy siendo útil a mi país?, ¿cuán viables son las propuestas, sirven para recomponer, para unir alrededor de objetivos comunes, o por el contrario, desunen, no son viables?
La Iglesia ha dicho lo más importante: “Nunca hemos estado contra el diálogo entre la oposición y el régimen, hay que valorizar el diálogo, que se ha desvalorizado por la desconfianza que ha invadido al pueblo. Si este diálogo no llega a mejorar la situación, entonces volveremos a perder una ocasión muy importante”.
Julio Borges, sin mostrar mucha atención al reclamo de información, declara que la agenda tiene tres acentos: canal humanitario de alimentos y medicinas, condiciones electorales para unas presidenciales justas en 2018 y transformación total del modelo económico para detener la crisis social y el empobrecimiento generalizado en el país.
Otro sector de la oposición propone: 1. Cambio político radical; 2. Cumplimiento de acuerdos pendientes; 3. Cese inmediato de ANC; 4. Agenda, mediadores y capacidad de exigencia de los acuerdos; 5. Negociadores idóneos.
Veamos, la Iglesia pide valorizar el diálogo, la MUD piensa en las presidenciales y pide transformar el modelo económico, el otro sector de la oposición pide cambio radical de gobierno. Entre estas disyuntivas estamos. En realidad los tres actores piden cambios en velocidades diferentes. El principio debería ser el planteamiento de monseñor Padrón, valorizar el diálogo, en lugar de fijarnos en las diferencias de objetivos porque, sin duda, pedir un cambio total de la estrategia económica significa abandonar el socialismo del siglo XXI, lo cual coincide con la solicitud de cambio radical de gobierno del otro grupo, aunque con tiempos distintos.
Comenzar por valorizar el diálogo, en lugar de ennegrecerlo. Dejar sarcasmos, ironías, calificativos peyorativos y burlas al opositor. Imprescindible conocer a un oponente, cuya ambición es lograr el control absoluto del poder, con respaldo militar, hundido en una crisis económica total y con un rechazo de la opinión pública que supera 80%.
Para lograr su objetivo destruye el costosísimo Poder Electoral, crea lo que Penfold bautizó como “el Gran Leviatán”, no dejar rendija para que la oposición triunfe, a lo Jalisco: someten a los sectores populares con el carnet de la patria, inducen la abstención en la clase media, destrozan la red de centros de votación, confunden a los electores con el ratón loco nicaragüense poniéndolos a votar en el peor sitio, invaden los centros electorales después de las 6:00 pm y fabrican planillas y otras menudencias (Plan República). Con ese sujeto estamos peleando, con alguien para quien vale todo, la moral desangrada en algún rincón.
Si esto es así, ¿cómo los desalojamos del poder? Para ellos no importa el hambre, ni la desnutrición, ni los 300.000 niños en riesgo de morir, ni siquiera la escasez de medicinas, la hiperinflación, el default. Quieren convertirnos en un país de mendigos y están apostando a eso.
Dos caminos parecen abrirse, uno mejor y otro peor, lo más sensato sería valorizar el diálogo como camino inmediato para la unidad, restablecer la confianza, comunicarse con el país antes de ir a dialogar. El otro camino obviamente es no dialogar, abstenerse y esperar algo sobrevenido.
Sabemos que Borges y Florido no tienen que pedir permiso para representarnos, pero sí tienen el deber moral de hablar con el país para restablecer la confianza, señalar cuáles son los objetivos del diálogo; no es informar, es oír a la gente, un buen comienzo para valorizar el diálogo.
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