El poder de Maduro está vacío: para cualquier efecto práctico, no hay administración, políticas públicas, metas a lograr; nada. Solo garrote y escopetas. El poder está vaciado. Además, ese ectoplasma baboso y morado que sobrevive en manos de Maduro no tiene el acatamiento nacional ni de la comunidad internacional. Es un vacío de poder.
Es respetable la discusión jurídica en torno a la materia, pues muestra los meandros por los que el debate puede llevarnos en un marco civilizado. Sin embargo, lo que sobresale refulgente en esta larga noche es que Maduro debe salir de Miraflores ya. No pasado mañana ni cuando florezcan las amapolas, sino ya.
Tienen razón los que dicen que el jefe de la banda presidencial no va a salir graciosamente de Miraflores. Cierto de toda certeza. Pero lo que se exige en esta coyuntura es que el poder desbaratado, licuado, desparramado en las calles sea recogido por la Asamblea Nacional en la persona de su presidente.
Ante esto, se argumenta, también con razones, que el régimen puede incrementar su dispositivo represivo en contra de la AN. Es perfectamente posible y por ello se requiere una acción contundente, concertada, coordinada entre la comunidad internacional, los factores políticos internos, los militares y el conjunto de la sociedad. Para que ese hecho ocurra y se desencadene una operación de protección masiva sobre el nuevo y legítimo presidente de la República debe haber, en primer lugar, la decisión de caminar por esa ruta. No ignoro que es una decisión política y existencial difícil, cuyo desenlace no está garantizado, pero es el lugar en que la historia colocó al joven que encabeza la AN y, más importante aún, es el lugar en el que él y su partido se colocaron.
La asunción de la Presidencia de la República por parte de quien encabeza la AN es un hecho trascendental. A pesar de que Maduro es ilegítimo en el cargo que ha pretendido ejercer, por su nacionalidad colombiana; a pesar de que fue destituido por la AN que presidió Julio Borges; a pesar de que el país lo desconoció en el referéndum de 2017 al recusar su asamblea constituyente; a pesar de que el TSJ legítimo lo juzgó y sentenció; a pesar de todo esto, hubo un remanente de sectores nacionales y de la comunidad internacional que todavía pensaba que la cuestión con Maduro no estaba madura como para resolver su salida. Pero ahora se ha llegado al punto en que la formación del gobierno de transición, del cual algunos se burlaban hasta hace poco, es objetivo compartido por quien preside la AN, la mayoría de los diputados y de los actores claves dentro y fuera del país.
Esta semana debería haber un nuevo presidente, Juan Guaidó, protegido por la comunidad internacional y por los factores democráticos internos de poder. Cívicos y militares.