COLUMNISTA

La Unasur ya fue

por Danilo Arbilla Danilo Arbilla

La Unasur ya fue. Nunca debió haber sido. De qué y para qué sirvió. Su propósito era encarar la “infraestructura y la integración física y energética”. Eso fue lo que se dijo al ser creada en mayo de 2008. ¿Alguien sabe qué hizo en esa materia?

Para algunos la Unasur fue producto del liderazgo e impulso del extinto Hugo Chávez. Pero eso fue lo que Lula le hizo creer a Chávez, al tiempo que al extinto Néstor Kirchner, ya en papel de presidente consorte, le aseguró la Secretaría General, un cargo con roce (que buena falta le hacía), alcance internacional y muy poco trabajo. Fue una forma de hacer correr a los tontos diciéndoles que son veloces. Brasil necesitaba una “organización propia” y la Unasur venía de perlas por cuanto abarcaba su “natural” zona de influencia: América del Sur. Correspondía, además, a las ínfulas y aspiraciones de Lula; por esa época de plata dulce y vientos favorables todos –Chávez, Lula, Kirchner y hasta Evo Morales y Correa– pretendían ser líderes a nivel planetario. Lula, con su estilo y labia, vistió de lujo la iniciativa: “Parecía una cosa imposible porque aquí, en América del Sur, fuimos adoctrinados para creer que no saldríamos bien en nada, que somos pobres, que nos peleamos mucho y que tenemos que depender de Estados Unidos y de la Unión Europea”.

Los jefes de gobierno de entonces, en su mayoría populistas y progresistas, vieron en la Unasur una especie de “reaseguro” para ellos mismos. Una organización que los “validara” en todas las circunstancias.

La Secretaría General para Kirchner fue, empero, un escollo. La designación requería unanimidad y Tabaré Vázquez, con diferencias “personales” con su vecino, no lo votó y hubo que esperar el cambio de gobierno y la asunción de José Mujica en Uruguay.

La primera acción de la Unasur, presidida por Michelle Bachelet, fue intervenir en Bolivia: Evo Morales quería imponer una nueva Constitución y tuvo una férrea oposición en los principales departamentos. Las manifestaciones públicas de los opositores fueron duramente reprimidas. La Unasur cumplió con su papel: “No vio nada” y apoyó a Evo al tiempo que reclamó el diálogo; esto es, que la aposición se aviniera a lo que decía el gobierno. Algo parecido al diálogo que también apoyó en Venezuela.

La Unasur sirvió luego para “certificar” que hubo un intento de golpe de Estado en Ecuador, en donde al parecer menos de una centena de policías puso en jaque a 15.000 soldados. Caso único. Con esa excusa del intento golpe de Estado inventado, Correa desmanteló la oposición, asumió más poderes y tomó nuevas medidas para restringir las libertades de los ecuatorianos. (Algo parecido pasó en Turquía).

Con Paraguay y la destitución del presidente Fernando Lugo no pudo hacer mucho más que “suspenderlo”, como ocurrió también en el Mercosur. En este caso fue con el propósito de darle ingreso a Venezuela, la que hoy a su vez está “suspendida” por no cumplir con la cláusula democrática.

Las últimas apariciones de la Unasur, con el ex presidente colombiano Ernesto Samper en la Secretaría, de triste papel, fueron en Venezuela, donde avaló elecciones y reclamó el diálogo, por supuesto. Igual que en Bolivia: que la oposición se someta a lo que propone el mandamás.

Y duró casi diez años.

La cuestión es que ahora seis de los doce países que la integran resolvieron apartarse y quedar a la espera de mejores “resultados”. Se trata de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay. Según estos, la Unasur, bajo la actual presidencia –pro tempore– de Evo Morales “va a la deriva”. ¿Esperaban otra cosa?

Para Nicolás Maduro se fueron por presión de Estados Unidos.

Parece broma.

Los que continúan en la Unasur son los países del Alba, Bolivia, Ecuador y Venezuela más Uruguay, una especie de miembro libre asociado, y Guyana y Suriname.

Lo del principio, ya fue.