Hace un par de años Nicaragua lucía como un paraíso de estabilidad económica y seguridad en medio de una región convulsa, ya que contaba con los índices de seguridad ciudadana más altos de Centroamérica y una tasa de crecimiento superior en la zona (sin contar a Panamá), al tiempo que el turismo era uno de sus sectores más fuertes en comparación con el resto de la región. Daniel Ortega pasaba desapercibido.
Diversos sectores sociales comenzaron a levantar la voz contra el régimen de Ortega ya que los estudiantes sentían el control mafioso de la Unión Nacional de Estudiantes. Los pobladores urbanos y campesinos, para acceder a programas sociales, debían inscribirse en el partido de gobierno. Los empleados públicos debían gritar consignas y aparecer serviles. Los empresarios rumiaban en silencio que debían pasar por las argollas del poder de Daniel Ortega, esto con tal de poder acceder a decisiones, trámites, licencias y favores. Y los sectores políticos democráticos, eran sometidos a una democracia día a día más debilitada.
Esos agravios sectoriales, si se quiere de naturaleza micropolítica, terminaron encadenándose en un estallido social pluriclasista y articulándose con la macrodemanda democrática del fin del régimen, que con masiva represión sangrienta reveló su carácter dictatorial.
Rápidamente Daniel Ortega utilizó las armas para evitar su renuncia o derrocamiento. La policía y fuerzas paramilitares han dejado un saldo de más de 90% de las víctimas mortales provenientes del lado civil, y decenas de represiones más de orteguistas frente a gente desarmada.
Pese a que Daniel Ortega haya recuperado control territorial a base de un saldo trágico por el terror, el divorcio de la población nicaragüense con él continúa provocado un creciente rechazo de la comunidad internacional.
Daniel Ortega está más vulnerable que nuca, es ya imposible tener la estabilidad nacional mientras continúe el más mínimo rasgo de orteguismo en el poder, la presión de América Latina sobre Nicaragua es más fuerte a cada día, ya que la interdependencia económica y humana en la subregión centroamericana es más fuerte que en cualquier otra parte de América, y el apoyo de los países vecinos a la resolución en la OEA, con la única abstención de El Salvador, anticipa su reacción; gran parte de sectores sociales incluidos como actores en la revolución sandinista repudian a Ortega; la persecución a la Iglesia Católica galvaniza resistencias dentro y fuera de Nicaragua; y la población están unida en torno a la demanda de justicia y democratización.
Estamos ante una dictadura que prefiere matar a toda una nación antes que rendirse y obtener el indulto pacíficamente.