En mi anterior artículo dejé en claro que el riesgo que actualmente enfrenta Venezuela, ante la decisión del secretario general de las Naciones Unidas, de enviar la disputa entre Guyana y Venezuela a la Corte Internacional de Justicia, es consecuencia de la débil e irresponsable política exterior de los gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro. Ellos, en lugar de haber defendido, de manera intransigente, los intereses vitales de Venezuela, prefirieron manipular nuestra política exterior en beneficio de su atrasada ideología e intereses políticos personales. Esta realidad es lo único que puede explicar su hostilidad hacia Estados Unidos, Canadá, Europa, y los países democráticos de América Latina, así como su absurda alianza con Rusia, China, Irán, Siria, Cuba, Nicaragua y Bolivia. Esta inconveniente conducta en materia internacional ha puesto en riesgo las siempre difíciles relaciones con Colombia.
Apenas Hugo Chávez tomó posesión de la Presidencia de la República mostró un marcado interés por intervenir en el conflicto interno de Colombia. De manera imprudente declaró que “la guerrilla colombiana tiene bajo su control una parte de Colombia. Venezuela es neutral en el conflicto colombiano. No somos enemigo del gobierno de Colombia ni tampoco de la guerrilla”. Posteriormente, en febrero de 2008, declaró que “Venezuela limita al oeste, al suroeste, al noroeste, no con el Estado colombiano sino con la fuerzas insurgentes de Colombia, que tienen otro Estado, que tienen leyes propias, que las aplican y las hacen cumplir, es una realidad que no se puede seguir desconociendo”, ignorando que en los conflictos armados no internacionales es imposible plantear la neutralidad de otro Estado debido a que el derecho internacional establece que el único interlocutor legítimo entre los Estados son sus pares. Esa insensata agresividad trajo como consecuencia la pérdida del esfuerzo, realizado, después de la crisis de la corbeta “Caldas”, para institucionalizar las relaciones colombo-venezolanas.
En estos últimos dieciocho años coincidieron con los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro las presidencias de Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, y Juan Manuel Santos. El gobierno de Andrés Pastrana estuvo signado por un importante esfuerzo de paz que terminó sin resultados. Las relaciones entre los dos gobiernos fueron relativamente normales. Al alcanzar la presidencia Álvaro Uribe e iniciar su ofensiva contra las FARC y el ELN, empezaron a surgir delicados enfrentamientos personales entre los presidentes Uribe y Chávez, caracterizados por serias crisis diplomáticas que condujeron a la paralización de las comisiones de vecindad y, en varias ocasiones, al llamado a consulta de los respectivos embajadores. Al tomar posesión Juan Manuel Santos se observó una mejoría en las relaciones diplomáticas entre los dos países, pero al alcanzar la presidencia Nicolás Maduro, esas relaciones entraron en un proceso de deterioro que se han mantenido hasta el presente.
Sin embargo, a pesar de las tensiones existentes, se produjo, durante el año 2009, un sorprendente acercamiento entre ambos gobiernos que buscaba resolver el problema de la delimitación de las áreas marinas y submarinas en el golfo de Venezuela. Hugo Chávez cometió una grave imprudencia al designar al embajador en Bogotá, doctor Pavel Rondón, presidente de la Comisión Negociadora para la solución del diferendo limítrofe. Al llegar a Bogotá, empezó a ser atraído por el doctor Pedro Gómez Borrero, presidente de la comisión colombiana, hasta convencerlo de presentar al presidente Chávez un proyecto de acuerdo de delimitación a espaldas de los otros miembros de la comisión. Dicho proyecto le agradó de tal manera a Hugo Chávez que, en presencia de Álvaro Uribe, se atrevió a decir: “Desde mis tiempos de militar tuve un criterio alejado de posiciones extremistas. Una guerra entre nosotros sería lo último que podría ocurrir. La delimitación en el golfo de Venezuela hay que solucionarla, como tiene que resolverse un problema entre hermanos”.
Ese posible y peligroso acuerdo no tomó suficiente fuerza por la patriótica posición asumida por el doctor Francisco Nieves Croes, miembro de la comisión negociadora. Al conocer Hugo Chávez que ese proyecto se había filtrado a la opinión pública decidió dejarlo a un lado. El proyecto de acuerdo Pavel-Gómez violaba el principio de la globalidad al encontrarle exclusiva solución a la delimitación de las áreas marinas y submarinas en el golfo de Venezuela y no a todos los demás problemas por resolver, tales como el señalamiento geodésico de los límites terrestres; no mantenía la prolongación de la frontera terrestre como línea divisoria al terminar dicha línea en Punta Cocuy en la península de Paria, y ceder espacios marinos de Venezuela, actualmente patrullados por nuestra Armada. Es difícil entender las razones que tuvo Hugo Chávez para aceptar inicialmente dicho acuerdo, pero el riesgo de la firma existió.
Nuestra política exterior siempre tuvo como objetivo fundamental guardar los necesarios y convenientes equilibrios geopolíticos, tanto regionales como mundiales. En el caso de Colombia se preservaba la neutralidad de Estados Unidos, al equiparar la mayor cercanía del gobierno colombiano a las políticas norteamericanas con nuestra garantía de ser seguros proveedores de petróleo a Occidente, si ocurría alguna interrupción en el suministro de crudo por conflictos en el Medio Oriente. Lográbamos limitar alguna reacción árabe en la OPEP, siendo solidarios con su política de precios, pero manteníamos, al mismo tiempo, una política respetuosa con la existencia de Israel. En el caso de Brasil teóricamente no había problemas territoriales pendientes, pero la reclamación de Venezuela por el Esequibo creaba importantes tensiones diplomáticas. Ese equilibrio con Brasil se lograba mediante el fortalecimiento del Grupo de los Tres (México, Colombia y Venezuela), la cercanía con Estados Unidos y los países de habla hispana.
Los cuadros de la Fuerza Armada Nacional deberían reflexionar sobre los riesgos que enfrenta Venezuela de continuar aplicando la absurda geopolítica madurista. Los resultados están a la vista. Lo único que ha logrado su gobierno es aislar internacionalmente a Venezuela y comprometer nuestra soberanía nacional. El diseño de una política exterior exige de gran frialdad y pragmatismo en el análisis. El Alto Mando Militar tiene la obligación de estudiar con gran criterio, prudencia e inteligencia, el riesgo que significa la declaración del secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, para nuestra soberanía. Las respuestas altisonantes de Nicolás Maduro y de Vladimir Padrino lo único que hacen es incrementar ese riesgo. La mejor contribución que podría aportar la Fuerza Armada Nacional consistiría en influir, con lealtad y firmeza, para que se convoquen unas elecciones realmente democráticas y transparentes que permitan expresar libremente a los venezolanos su decisión soberana para la superación de la grave crisis nacional e internacional. Esa es la respuesta que espera de ustedes nuestro pueblo. Reflexionen, en sus manos está el destino de Venezuela.