COLUMNISTA

Una crisis definitiva

por Fernando Luis Egaña Fernando Luis Egaña

Algo definitivo es algo que decide, resuelve, concluye. Por eso la catástrofe que padece Venezuela es una crisis que decide, resuelve y concluye el trágico período en que ha imperado la hegemonía roja en nuestro país. En especial, los años más recientes que han sido los más agobiantes. Pero eso no significa que la superación de la hegemonía tenga un término inmediato. Eso no necesariamente es así. Puede serlo, pero, repito, no de manera inexorable.

En esta crisis definitiva no hay vuelta atrás. La catástrofe social, económica y política que aplasta a Venezuela solo puede aliviarse, primero, e irse superando, después, con la salida de la hegemonía. En eso está de acuerdo casi todo el mundo, dentro y fuera del país. En lo que no priva, aún, un consenso semejante es en el mecanismo práctico para hacerlo realidad. Mientras siga pasando el tiempo, la salida será más traumática, porque la hegemonía tendrá la posibilidad de proseguir su despotismo y su depredación.

Más venezolanos sufrirán más el drama del presente. ¿Es justo que ello sea así? Claro que no lo es. Por el contrario, es una injusticia que traspasa las fronteras de la barbarie. En ese sentido, los juristas hablan de la condición necesaria y la condición suficiente. Ambas son indispensables para que se configure una determinada situación. Pero la condición necesaria es básica para que la condición suficiente sea eficaz.

Y no se preocupe, amigo lector, que no pretendo dar lecciones de derecho, para lo cual no estoy facultado, a pesar de haber obtenido un título de abogado. Sostengo, eso sí, y no ahora sino desde hace años, que la condición necesaria para la superación de la hegemonía es la movilización social de carácter masivo y beligerante. El ejercicio constitucional del derecho a la rebelión, tan claramente establecido –y exigido, en la Constitución de 1999–.

Tal condición necesaria sí podría hacer mucho más eficaz la presión internacional que surge de la conciencia internacional sobre la naturaleza siniestra del régimen que sojuzga Venezuela. En este aspecto se ha avanzado de forma notable, al menos en lo que va de 2019. A finales del año pasado nadie vaticinaba que la conciencia y la presión internacional alcanzarían prontamente los niveles actuales. Eso debe reconocerse y debe asumirse como un componente principal de lo definitivo de la crisis venezolana. Pero para que sea, pues, condición suficiente, hace falta que se acuerpe la condición necesaria.

Frente a esta, hasta los controles más férreos que ejercen los patronos castristas sobre la estructura política y militar de la hegemonía, no podrían sobrevivir. Ahora bien, subestimarlos es un craso error que debe evitarse. Esos controles –imperialistas y colonialistas, si los hay– son una barrera principal que debe tenerse en la mira en la lucha por la liberación de Venezuela.

Una crisis definitiva tiene que conducir a una salida verdadera. Eso debe pasar en Venezuela. ¿Por qué debe pasar? Eso lo sabemos todos. ¿Cuándo debe de terminar de pasar? La respuesta está en la conducción política que le dé fuerza avasallante a la movilización masiva y beligerante del pueblo venezolano.

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