Releo un artículo de Utpal M. Dholakia publicado el 9 de julio de 2017 en la revista digital Psychology Today, y que guardé como referencia bibliográfica para un curso de toma de decisiones multicriterio. Dholakia es un profesor de marketing en la Universidad de Rice, en Houston, estado de Texas. Tiene un PhD en marketing de la Universidad de Michigan, y dos maestrías, una en psicología y otra en investigación de operaciones y una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad de Bombay.
Tomamos decisiones todo el tiempo, en situaciones profesionales y personales. Es natural, entonces, que nos preguntemos si una decisión ya tomada fue buena y si podíamos haberlo hecho mejor.
¿Qué es exactamente una «buena» decisión? En la superficie, al menos, la respuesta puede parecer obvia. Sin embargo, en realidad, es engañosamente difícil precisar exactamente qué es una buena decisión.
Por ejemplo, una buena decisión pudiera ser aquella que materializa posteriormente los deseos, inmediatos o no, que anteceden a su toma. Dholakia refiere un ejemplo proveniente de un libro que escribió sobre decisiones de fijación de precios: el caso de un gerente de negocios que toma la decisión de cambiar los precios. Cuando se le pregunta a un gerente cuál considera que es una buena decisión de fijación de precios, a menudo responde que es aquella que «aumenta los ingresos de mi empresa» o una que «le da a mi empresa la mayor ganancia». Cuando el entorno empresarial constituye un desafío, como en nuestra destruida Venezuela, dicho gerente afirmaría que una buena decisión de fijación de precios es una que “permite a mi empresa sobrevivir condiciones severas y permanecer para luchar otro día”.
Lo mismo sucede con las decisiones personales. Con referencia, por ejemplo, al evento del pasado domingo 20 de mayo, ¿fue buena la decisión de participar?, ¿fue buena la decisión de no participar?
Cualquiera sea la respuesta a las anteriores dos preguntas, el más que frecuente problema que se presenta es que las respuestas ignoran el proceso de toma de decisión por completo y solo prestan atención a los resultados de la decisión. Según Dholakia, ignorar el proceso de toma de decisiones en favor de los resultados es problemático por al menos dos razones.
En primer lugar, es difícil, o incluso imposible, determinar todos los posibles resultados de la decisión. Al tomar una decisión, la persona decide en un punto de tiempo, y los resultados de la decisión ocurren más adelante, a veces después de semanas, meses o, incluso, años. De hecho, para la mayoría de las decisiones, los resultados ocurren durante un período de tiempo indeterminado.
En segundo lugar, hay un tema con eso de utilizar los resultados como sustrato del juicio a realizar para saber si una decisión es buena o mala: los efectos de factores incontrolables. Después de que se toma una decisión, y antes de que ocurran los resultados esperados, muchos factores fuera del control del individuo podrían ejercer una influencia en los mismos. Tales efectos pueden ser positivos o negativos y pueden tener poco que ver con el proceso de toma de decisiones.
El asunto se complica cuando tomamos en consideración que no todas las decisiones son racionales. Por ejemplo, las decisiones son irracionales e inadaptadas cuando una persona no es lo suficientemente sensible a las consecuencias a largo plazo de la decisión y la misma está controlada principalmente por deseos inmediatos.
En consecuencia, y para determinar si una decisión, de cualquier índole, es buena o no, el enfoque debe estar en el proceso de toma de decisiones y no en los resultados.
Utpal M. Dholakia nos deja en su artículo una definición que suscribo completamente:
Una buena decisión es aquella que se toma consciente y cuidadosamente, que considera e incluye todos los factores relevantes, que es consistente con la filosofía de vida, con los principios y valores del individuo que la toma y que, de paso, puede explicarla claramente a los demás.
c.e.tinoco.g@gmail.com