En mi entrega anterior comenté que, por lo menos en lo tocante a la inversión extranjera directa en la industria automotriz en México, las políticas de Donald Trump empiezan a surtir efecto en perjuicio de México. Resulta que también es cierto lo anterior en materia migratoria, tanto para los mexicanos que viven sin papeles en Estados Unidos, como para los que pretenden partir hacia el norte sin documentos, y para los centroamericanos que piensan hacer lo mismo, vía México. Ya no se trata de pura retórica.
Se ha informado ya que el número de detenciones de extranjeros indocumentados en Estados Unidos se incrementó de modo significativo durante el ejercicio que concluyó en septiembre pasado. Las cifras preliminares para los meses subsiguientes muestran la misma tendencia. Como las deportaciones no arrojan aumentos análogos, es evidente que comienza a producirse un fenómeno de saturación de los centros de aprehensión. De allí que Trump busque ahora acelerar el ritmo de deportaciones, imponiéndoles una cuota a los jueces de migración (pertenecientes al Departamento de Justicia, no al Poder Judicial), y que haya dictado una serie de medidas para reducir el número de nuevos ingresos de indocumentados a Estados Unidos.
Cito The New York Times del 2 de abril: “Las propuestas (de Trump) incluyen reforzar las leyes para que resulte más difícil solicitar y conceder asilo en Estados Unidos, eliminar los mecanismos de protección a los menores de edad que llegan sin sus padres ni papeles, para que se les impida el paso en la frontera o bien sean devueltos de inmediato, y permitir que familias enteras sean detenidas por más tiempo mientras esperan el fallo de las autoridades migratorias”.
Asimismo, aunque con una viabilidad menor, el presidente norteamericano anunció el martes que enviaría de nuevo al ejército a asegurar la frontera mientras se construyera el muro. Conviene recordar, por un lado, que Obama y Bush hicieron lo mismo en otros momentos, y que no es una medida permanente, ya que no existen fondos para ella. Sin embargo, el conjunto de estas decisiones evidentemente resulta muy poco amistoso para México.
Lo mismo sucede con los llamados DACA o dreamers. Ya dijo Trump que no habría acuerdo sobre DACA, según él por culpa de los demócratas, aunque en realidad quien clausuró el programa de Obama fue el propio Trump. El hecho es que, si la protección que le brindó el Poder Judicial a los DACA fuera revocada por la Suprema Corte, van a quedar indefensos y susceptibles de ser deportados.
Todo esto ya es en tiempo real y en serio. En estas condiciones conviene mucho reflexionar sobre la lógica, incluso de anunciar un acuerdo en principio sobre el TLC, en la Cumbre de las Américas en Lima el 15 de abril. En algún momento, México se va a ver obligado a responder a esta serie de agresiones. Si este es el momento, o será más adelante, ya veremos. Pero ese momento llegará.