Una de las claves para salir de la crisis en el cine nacional puede ser la de copiar las técnicas de producción de la incipiente industria de videoclips de trap.
De dos años para acá, brinda trabajo a un sector de la creación audiovisual, permitiendo a la generación de relevo experimentar con una serie de recursos digitales. Conviene estudiar el fenómeno sin la visión ortodoxa de un esnob de antaño.
En general, los exponentes de la tendencia acumulan millones de vistas en las redes sociales.
Desde Youtube, establecen su base de operaciones de difusión. Cuelgan un corto musical de entre dos y siete minutos. Arrastran a miles de jóvenes cansados de la dieta clásica de la programación de los medios tradicionales.
No es casual el éxito de cantantes como Akapelah, Big Soto, Trainer y Neutro Shorty, quienes a su vez replican el impacto global de los nuevos malos del género urbano: Bad Bunny, Balvin, Ozuna, Nicky Jam y Arcangel, entre otros derivados de la fuente de origen anglosajona.
El trap nace en el sur de Estados Unidos como una contracultura influida por el gangsta rap, el hip hop, el funky, la electrónica, el house y el reggae.
Tiene la particularidad de desarrollar líricas explícitas sobre el sexo, la opresión social, el sentimiento de enajenación y la búsqueda de independencia.
Con el tiempo afirma valores de la posmodernidad indolora y líquida, al dedicarle himnos al poliamor, el narcicismo, la conquista material, la hiperviolencia y el desmedido afán de lucro.
Los traperos suelen atacar a la corrección política y explotan el mercado de la amoralidad, siendo cuestionados y polemizados por el puritanismo intelectual.
El escándalo solo fortifica las plataformas financieras del emergente sistema de creación de contenidos. Realizan conciertos de localidades agotadas, logran estimular a un sector alicaído en plena depresión del país.
Recientemente fuimos a la grabación de uno de los últimos videos de Akapellah, para conocer mejor las orientaciones y alcances de la movida en Caracas.
Él es uno de los cinco grandes representantes del trap en Venezuela. Antes lo acompañamos en el rodaje de una pieza próxima a ser difundida. Ambos proyectos responden al diseño de una compañía alternativa llamada Sucio Motion, cuya estructura de negocios se asienta en la generación de imágenes gráficas para los videoclips de Nuno Gomes y clientes de similar estilo, al servicio de Ozuna, Cardi B y un largo etcétera de intérpretes del Caribe.
“A ella le gustan los gordos” es el tema del videoclip de Akapellah, considerado el Notorius B.I.G del patio criollo.
De contextura amplia y una permanente actitud proactiva, el vocalista surge en la cuna clandestina de Maracay, desafiando condiciones de adversidad y precariedad.
En principio, destacó por sus letras de crítica irónica al estado de las cosas. El mainstream lo descubrió con la denuncia de “Milki”, donde quemaba billetes delante de la cámara, a consecuencia de una inflación cada vez peor.
En la actualidad, Akapellah se diversifica y logra hacerse popular en el continente, gracias a la propagación de versos menos contestatarios.
Sin embargo, mantiene la carga maldita y humorística de su primer repertorio.
En el set no lo vemos como a una estrella pedante, displicente o distante. Se toma selfies con los fanáticos y asomados en la grabación, atiende a los reporteros con humildad, gasta bromas a los integrantes del reparto, escucha las directrices de los realizadores del videoclip, Eva del Villar y Pedro Bravo.
Los dos exprimen el presupuesto utilizando métodos de cine, publicidad, guerrilla, televisión y mercadeo por emplazamiento, con el objetivo de seguir sumando millones de clics en el radar de Youtube.
El crew repite una escena hasta obtener el resultado óptimo. La fotografía la dispensa una óptica de alta definición. Por un día entero, el videoclip se filma a una velocidad difícil de procesar.
El contexto demanda premura y precisión en la ejecución. El propósito es concebir el spot en un lapso mínimo de tiempo, para lanzarlo y aprovechar la buena racha del cantante. Al estrenarse, alimentará un mercado cautivo de chicas y chicos en fase de descubrir su Beatlemanía.
Los padres fruncirán el ceño, como corresponde, porque el asunto no es para ellos.
Los chamos consumirán el spot con una mezcla de morbo, seducción por la diferencia, complacencia y ánimo de gratificación inmediata.
Los críticos evaluaremos el presente y el futuro del contagio viral. Al respecto, tres cuestiones para cerrar.
Primero, los videos nacionales de trap llegaron a un techo de espectadores e inventiva de imágenes en 2018.
Si quiere evitarse el estallido de la burbuja conviene adoptar el plano deconstructivo de Childish Gambino en This is America.
Inspiración no falta en la Venezuela contemporánea para quebrar el molde de la típica imitación de Migos. Debe proponerse algo distinto a la eterna justificación autoindulgente de la mirada masculina, egocéntrica y pornográfica.
Segundo, cabe admirar el empuje internacional del trap venezolano, consiguiendo comunicarse con las masas del continente. La diáspora construye sus propios referentes, ajenos a la polarización caduca.
Tercero, saludamos la oportunidad de aportar un granito de disidencia ante el poder oscuro de la dictadura. Siempre es necesario volver a las bases disruptivas del género.
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