Se habla, se escribe, se especula y también se calcula en algunos círculos y grupos sobre una transición; más bien, sobre La Transición. Por supuesto, se trata del proceso (¿en marcha?) de la salida acordada –¿por quiénes?, no se sabe– del régimen chavista.
Solo, si poderes fácticos de mucha envergadura, léase presión irresistible de la FAN y/o de los poderes internacionales, es posible que esté en marcha y de manera bastante discreta una negociación para facilitar “La Transición”.
De no estar sucediendo lo arriba anotado estamos en presencia de una especie de leyenda urbana o de un ejercicio teórico de escenarios o de una sustitución de la realidad por unos deseos y deseos no empreñan, como se sabe.
Al respecto es pertinente plantearse si el régimen tiene incentivos para negociar su salida del poder, si percibe que la situación se lo puede llevar por delante, si su vocación de poder y su voluntad de resistir (una de sus principales fortalezas) comienzan a resquebrajarse sin remedio ni remisión.
No pareciera ser este el posicionamiento de la nomenclatura chaviana. Saben que su situación es harto complicada y difícil, que están sentados sobre un volcán, cabalgando un tigre, pero dispuestos a quedarse.
La dictadura confía en superar sus limitaciones y debilidades, de hecho lo ha venido consiguiendo, por la concurrencia de varias circunstancias: el mundo opositor –aunque mayoritario– es débil, está disperso, sumido en una crisis de representatividad y liderazgo, con algunos partidos perseguidos y parcialmente desmantelados, porque la creciente contestación social no es todavía lo suficientemente fuerte, extendida y articulada para amenazar la gobernabilidad. Porque el rechazo y las acciones de la comunidad internacional democrática no son suficiente para poner en riesgo su permanencia en el poder y porque saben que en el corto plazo es improbable una intervención militar internacional.
En definitiva, como dicen algunos, el régimen disfruta de una “estabilidad precaria” (pero estabilidad en todo caso), que para revertirse requiere la modificación de algunas situaciones y las mismas necesitan tiempo para madurar.
Vista las cosas así, es forzoso concluir que la verdadera transición en progreso es hacia la conversión de Venezuela en una versión endógena de la Cuba castrocomunista. Proceso que ha avanzado mucho y que el oficialismo, en una nueva jugada política, pretende consolidar mediante la constitucionalización de la dictadura.
Lo ocurrido con Fernando Albán y Lorent Saleh es monstruoso. Albán a todas luces asesinado por disentir, y Saleh (injustamente privado de libertad) desterrado para tratar de mitigar el rechazo internacional al asesinato de Albán. Una prueba más de dos cosas: el chavismo está dispuesto a hacer cualquier cosa para conservar el poder, y de la cubanización del país.
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