Una calamidad pública a causa de un evento natural, como ha ocurrido con el terrible huracán Harvey que azotó estos días al estado de Texas, y en parte a los ya anteriormente golpeados estados de Luisiana y Nueva Orleans por el huracán Katrina, nos lleva a reflexionar y preguntarnos sobre el deber ser de todo ciudadano consciente, dirigente o no, hacia su prójimo, hacia su especie, hacia su entorno: salvar y honrar vidas. Sí, salvar vidas en primer orden, para luego honrar la oportunidad de que estas sean vividas en libertad, y con dignidad. Tal comportamiento, mentalmente sano, tiene que ser reconocido, más allá incluso de una obligación por lealtad patriótica a una nación, como un deber universalmente humanitario hacia todas las naciones. Por ello no olvidaré jamás los hechos del 15 de diciembre de 1999, cuando la tragedia del deslave de Vargas nos llevó luego a saber que el presidente Chavez ordenó a su ministro de la Defensa, entonces general Raúl Salazar, llamar para rechazar y hacer que se devolviera la ayuda humanitaria solicitada e inicialmente autorizada por él, y que venía camino a Venezuela, del gobierno de Estados Unidos. Reflexionemos entonces: ¿Qué es traición a la patria?
Hoy vemos al canciller de la dictadura de Maduro (hijo político del difunto Chávez, y al propio hijo putativo Maduro, según ellos le llaman) anunciar cantinfléricamente ayuda a la potencia mundial que es, sin duda, Estados Unidos, ¡ayuda internacional para afrontar una calamidad sería natural, y hasta lógico! Así se asumiría como un gesto de buena voluntad, en condiciones de honestas y sinceras relaciones. Otros lo podrían calificar de ¿un acto de irresponsable gerencia de los recursos de nuestra Venezuela en medio de la mayor crisis financiera de toda nuestra historia? ¿O esto sería un gesto de simple hipocresía propagandista del tipo franquicia comunista-castrista? En todo caso, podría ser juzgado esto como un ¿acto de traición a la patria por pretenderse ayudar al enemigo imperialista?
Así es la terrible y enfermiza dinámica cubano-castrista de alianza cívico-militar, narcocorrupta, instaurada en nuestra Venezuela. El régimen, esencialmente militarista y criminal, con ramificaciones con el terrorismo mundial, ha dado prioridad a la conservación de su propio poder frente a las necesidades vitales de nuestra gente. Por ello, mientras no permite un canal humanitario para atender la calamidad pública en nuestra patria venezolana, aunque esto cause daño a miles de niñas y niños que enferman y mueren, día a día, por falta de atención médica preventiva y de asistencia tecnológicamente adecuada, hacen tan patética propaganda. La carencia de medicamentos, alimentos, equipos y recursos general, son una calamidad pública debida a su traición por corrupción administrativa e ineptitud revolucionaria. Ya de manera cotidiana se dan noticias de decesos en diversas localidades del país, ante la impotencia de los médicos, enfermeras, familiares directos y amigos de los pacientes. La falta de medicamentos para atender enfermedades crónicas y catastróficas está produciendo muerte y desolación entre cientos de familias venezolanas. ¿Preguntémonos entonces si esto no es traición a la patria?
Mientras tanto, corruptos y cómplices de esta narcodictadura se pavonean, dentro y fuera del territorio nacional venezolano, disfrutando de sus vidas como reyezuelos, con dineros mal habidos que robaron al pueblo. Esos son los traidores. Los que en distintas responsabilidades de gobierno, o con empresas cómplices del manejo del desastre cambiario (enchufados), o funcionarios militares y civiles involucrados en compras y manejos de comisiones de armamentos, robaron al país un mejor futuro. Todos los que realizaron negociados con Odebrecht y sus pagos de sobornos por contratos, ¡dizque para dineros de campañas electorales! Llenaron, con grandes sumas en dólares, las cuentas colocadas a nombres de sus testaferros, por comisiones de elefanteásicas obras públicas, la mayoría aún sin terminar. Así traicionaron y vendieron la patria. ¡Esos son los verdaderos traidores!
Inicialmente realizaron el intento de controlar la producción nacional, luego de asumirla estatizando el aparato productivo. Pero después, para el latrocinio, las comisiones por la importación de productos fueron más atractivas a sus bolsillos. Importando, pensaron, con los altos precios petroleros atenderían necesidades vitales como alimentos y medicinas, pero importándolo todo era más jugoso el negocio del manejo del poder. El manejo cambiario, las importaciones fantasmas, vencidas o disminuidas, trajeron la consecuencia del hambre de hoy. Y yo me pregunto: ¿por qué no se pudo combatir la corrupción de manera más eficaz desde la oposición? ¿Sería complicidad de algunos sectores de esta llamada oposición? ¿Será esa realmente una forma de traición a la patria también? ¿Qué piensan ustedes?
Mientras se niega el canal humanitario, el normal abastecimiento de los alimentos y la debida atención médica, se persigue salvaje e implacablemente a la ciudadanía disidente de tal modelo castrista; que en la práctica es la inmensa mayoría nacional. Mayoría secuestrada por dicho régimen, alcahueteado por mucho tiempo bajo una conducta mercenaria que se acostumbró a venderse, desde los altos mandos militares, políticos, diplomáticos, empresariales, etc. La descarada violación de los derechos humanos se fue convirtiendo en fórmula sustituta de sostenimiento del régimen, es ya una inocultable realidad, con más de un centenar de asesinatos, miles de heridos de gravedad, miles de prisioneros por protestas legítimas y con dirigentes políticos torturados que permanecen prisioneros de la dictadura, llegando hoy a haber desaparecidos en Venezuela, como signo de los regímenes más crueles y atrasados.
Tales inhumanas dictaduras han sido instauradas en casos como los de Cuba, Corea del Norte o Irán, por ejemplo, ante los ojos impávidos del mundo libre. Ahora Venezuela es hoy la nueva Cuba castrista de América, en medio de un continente americano donde el país que emergió después de la Segunda Guerra Mundial como la primera potencia del mundo, Estados Unidos, ha permitido la continuación de la existencia de regímenes como el de la Cuba castrista que, a pesar del fin de la guerra fría, más que contaminar al vecindario, como siempre lo hizo, se convirtió, habilidosamente, en factor decisivo de manejo de su capital político marxista para las transacciones de interés mundial, con el supuesto avance hacia una sana paz en Colombia, o la gerencia de nuestro territorio colonizado por ellos, en el tan importante caso venezolano.
Nuestros padres fundadores, Sebastián Francisco de Miranda y Simón Bolívar, darían seguramente un tratamiento geopolítico contundente y corajudo a nuestra realidad actual. Así lo hicieron en su momento al problema de liberación del continente americano del colonialismo español. Ahora, para librarlo de estas plagas narcocorruptas, que no tienen ni moral ni luces para dirigir nuestras naciones y que son verdaderos traidores a la patria por su vulgarmente inmensa corrupción e ineptitud desastrosamente comprobada, ¿qué debemos hacer? Al degradarlos como traidores a la patria, Bolívar nos reprendería por haberlos dejado tanto tiempo en el poder para destruir nuestras repúblicas y nos ratificaría su máxima: “Moral y luces son polos de una república, moral y luces son nuestras primeras necesidades”.
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