Hablar de Alejandro Marius es hablar de un amigo, más allá de la persona que ganó el premio “Emprendedor Social del año 2015” que otorga la Fundación Venezuela sin Límites y la Schwab Foundation, como reconocimiento a su importante labor. Fundador de la asociación civil “Trabajo y Persona”, cuyo objetivo es apostar “por la formación laboral, sobre todo manual, en los barrios de varias ciudades del país y en las zonas rurales” (http://www.revistahuellas.org/?id=486&id_n=6846&pagina=2), Alejandro cree firmemente, citando a Don Giussiani, que “las fuerzas que cambian la historia son las mismas que cambian el corazón del hombre”. Concibe su tarea como una oportunidad para tocar los corazones de tantas personas en Venezuela y abrir en sus vidas un camino de esperanza, ofreciéndoles la posibilidad de aprender un oficio y sostener una familia. Formar a otros en el emprendimiento significa para él acercarse a las circunstancias personales de muchos y generar vida en ellos al ayudarles a que descubran sus talentos y su capacidad productiva.

Alejandro apuesta por el hombre en un contexto como el nuestro, en el que la violencia amenaza con destruir ese primer impulso de vida que tiene que ver con la creación. Emprender es generar novedad, es crear, es fomentar ilusiones allí donde hay deseos de dar lo mejor de uno.

Ahora bien, ese móvil no se autogenera sino que se funda en el reconocimiento de ese alguien que da sentido a la vida. Ni el sentimiento patriótico, ni el amor a la familia, por más profundo que sean, bastan por sí mismos para mover íntimamente a una persona, pues el sentido más pleno mana de la trascendencia, de esa apertura a un amor superior que sostiene en la vida y rejuvenece el amor humano en el crisol del sufrimiento. 

Ante la situación del país, Alejandro y su equipo de trabajo se plantean asumir una postura que busca tornar en un reto lo que a veces desearíamos evadir. Las dificultades pueden movernos inconscientemente a eludir responsabilidades, sobre todo si ameritan de mucho esfuerzo para transformarlas en un bien.

Las necesidades de un pueblo son, sin embargo, posibilidades de apertura a la esperanza si las vemos como oportunidades. Por eso “Trabajo y Persona” busca ahondar en el valor de la persona en medio de una realidad poblada de cuestas que subir.

En Venezuela nos falta profundizar en hábitos de trabajo, en ese reconocimiento de que los logros son producto de esfuerzos continuados, de muchos pasos a seguir y superar.

El emprendimiento es para el equipo de “Trabajo y Persona” una oportunidad para empoderar al individuo ante el reto de la realidad. Podemos tener ideas, pero lo mejor es que estas surjan de las necesidades del país en relación con los propios talentos, pues las carencias despiertan deseos y motivaciones que nos llevan a autoconocernos y a discernir en qué seríamos buenos.

En “Trabajo y Persona” han concretado varios de estos oficios que responden a las necesidades del país: el trabajo con el chocolate, con los talleres mecánicos, con la carpintería y con el área relativa a la belleza.

“Trabajo y Persona” busca formar emprendedores en estas áreas para cubrir una necesidad real. Así, pues, enseñar a otros a promoverse constituye el quicio de esta asociación civil. El trabajo, como fuente de dignidad y alegría: ese el objetivo de “Trabajo y Persona”. Y tras una persona hay una comunidad, hay un pueblo, está Venezuela. Están, en el fondo, sus necesidades que, como son reales, despiertan ilusión en las personas que pueden cubrirlas con sus talentos.

El encuentro con la realidad y el conocimiento propio son los principios básicos que, para Alejandro, deben ser considerados para que una idea surja, pues la necesidad debe ser real. Los talentos, por otra parte, se disciernen en la intimidad, con la reflexión y, en la práctica, con la acción. Más que un caudillo, dice Alejandro, Venezuela necesita trabajo y educación. Por eso su obra y su visión del hombre dan en el clavo.

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