Cuesta bastante imaginarse cómo le habrá explicado Nicolás Maduro al gobierno chino las medidas de “ortodoxia” económica que su gobierno está pretendiendo poner en marcha en Venezuela para salir del marasmo en que la revolución bolivariana sumergió al país. China había alertado al gobierno hace unos meses de que Caracas no podía esperar mucho de la relación de cooperación bilateral si no se manifestaba una seria voluntad de cambiar el ritmo de deterioro del país.
Pero el caso es que el séquito presidencial abandonó tierras asiáticas asegurando que China sí se hará cargo de sacarle a Venezuela las castañas del fuego y que están dispuestos sus socios a meterle el hombro al gobierno hasta el codo, con nuevos empréstitos que serán útiles para instrumentar el “paquetazo” que mantiene al país en la más absoluta y perniciosa paralización.
Este tipo de estridentes declaratorias recogidas por la prensa en el país y por fuera de sus fronteras son útiles para la “galería” dentro del ánimo de generar confianza, que es lo que más le falta al común de los mortales por estas horas en cuanto al gobierno venezolano.
Hasta que alguien entresaca la verdad de los hechos y le hace ver al planeta y, sobre todo, a los verdaderamente interesados en el devenir económico del país, léase a los inversionistas, a los acreedores y a los proveedores de las importaciones venezolanas, que no existe tal tabla china de salvación en las turbulentas aguas económicas y financieras que Venezuela atraviesa.
A decir del gobierno de Maduro, se rubricaron 28 acuerdos bilaterales con Pekín. Cómo armar el rompecabezas de lo que contienen y del significado estratégico y real de cada uno de ellos es harina de otro costal. Lo que hasta ahora se puede interpretar de la opinión y los cálculos de los entendidos en estas materias y de la prensa seria internacional es que el señor Xi no le aportó a Venezuela ni un cobre fresco.
El amigo asiático no fue más lejos que extender el plazo de la moratoria venezolana por 6 meses sin que se sepa a partir de cuándo corre este semestre de oxígeno para las cuentas nacionales. El monto de los dineros involucrados en ese período de gracia no es banal –pudiera alcanzar más de 4.000 millones de dólares, según expertos–, lo que es vital para un país asfixiado en sus cuentas externas. Es bueno refrescar que de esta misma manera es que China ha venido ayudando a Venezuela los 2 últimos años cuando decidió no aportar dinero fresco hasta que pusiera orden en la debacle económica. Y llamemos la atención también sobre la cruda realidad de que China no es observadora sino doliente y víctima de los desatinos, la corrupción, la ineficiencia y la falta de sindéresis en el manejo de los la economía, las finanzas, la moneda y los negocios a través de las sociedades que mantiene con el Estado venezolano en el sector petrolero.
Opciones de negocios petroleros y auríferos para los chinos en este encuentro en Pekín sí hubo, pero aun allí hay que tomar con un grano de sal las declaraciones del gobierno venezolano y los compromisos que realmente asumieron las partes. El portavoz chino con respecto a estos beneficios de participación en nuevos proyectos dijo que urgía a Venezuela por un mayor “soporte político y por garantías legales”. Hay quienes aseguran que es dentro de este contexto de nuevos negocios que se mencionó una hipotética suma de 5.000 millones de dólares.
Así las cosas, el panorama financiero venezolano sigue siendo igualmente comprometido y turbio aunque China se muestre dispuesta a colaborar con el régimen. La extensión de esta cooperación es apenas principista y muy débil para convertirse en una tabla de salvación. Lo demás son titulares de brocha gorda.