Luis Ospina, el llamado Keith Richards de Callywood, inspiró a Caracas con su visita a propósito del Festival Binacional, organizado por Karina Gómez y Leonardo Henríquez, dos emprendedores y promotores incombustibles del mejor cine hispanoparlante, desde la creación de certámenes, ciclos y muestras.
El trabajo tesonero de ambos permite romper con el bloqueo cultural, abriendo canales de distribución para cintas y autores alternativos, imposibles de apreciar en otros contextos ajenos a las volátiles plataformas de la red social.
Gracias a ellos, pudimos disfrutar de la visita del legendario realizador del primer falso documental de la historia del continente latinoamericano: Agarrando pueblo, filme indeleble gestado hace cuatro décadas para desenmascarar la estética de la porno miseria y sus vampiros del arte de la degradación.
El director colombiano certificó la vigencia de su obra maestra al considerarla un claro anticipo del concepto de la posverdad, instrumentado por la propaganda de los dictadores y caudillos del milenio.
Maduro, Trump y Putin manipulan y niegan los hechos, asumiendo un control absoluto y esquizofrénico de los nuevos medios de comunicación. Someten a la población a una intoxicación informativa, de agendas conspirativas, cuyos efectos ensombrecen la realidad, hasta volverla un sucedáneo de la peor ficción populista; aquella tendiente a normalizar las aberrantes campañas del carnet de la patria, la conversión monetaria y la aceptación de la ruina mendicante embalada en una caja CLAP.
En días recientes volvió el mejor Desorden Público, disipando las dudas de su orientación ideológica.
Los integrantes de la banda desafiaron a la tiranía en vivo, durante el Paix Festival, otra iniciativa de resistencia. Ahí Horacio y Caplís elevaron el tono de la indignación, cuando denunciaron la estafa y el fraude de la corrupta mafia bolivariana.
Los políticos paralíticos del chavismo dicen profesar la austeridad como modo de subsistencia, mientras exhiben relojes caros, vestuarios de materialistas histéricos y docenas de escoltas apertrechados de armamento de última tecnología. Así es muy fácil vivir en socialismo.
La juventud del pensamiento no respeta y acepta el chantaje de los chupasangres de La Habana, quienes explotan la calamidad y la indigencia con el único fin de detener la evolución y matar la esperanza.
Luis Ospina responde con su presencia y su voz de disidente de las imágenes transgresoras.
En la ciudad capital introdujo la urgente exhibición de Un tigre de papel, uno de sus largometrajes indómitos del siglo XXI, en el que una serie de vanguardistas y poetas construyen el ingenioso dispositivo de una biografía apócrifa sobre un presunto artista de collage, marcado por los vaivenes de la contracultura.
El sueño de Mayo del 68 devino en la pesadilla y el genocidio de la guerrilla. El chavismo solo aceleró la extinción de la utopía marxista.
En la cinta hablan y ofrecen testimonio innumerables cómplices de Luis Ospina. Por Venezuela reconocemos la participación del Príncipe Negro y Carlos Castillo.
La escritora Carolina Sanín es una de las mentes lúcidas detrás del impulso del proyecto de deconstrucción de los mitos de la bohemia comunista de los años sesenta en adelante.
Conforme la trama se engrana y expande, el espectador cobra la conciencia de dudar de cualquier embeleco y de ser crítico ante la edición de una narrativa personalista.
Los entrevistados contarán las glorias y las caídas de un personaje barroco e inexistente, logrando paradójicamente dibujar un cuadro de la progresiva disolución de los emblemas del montaje bolchevique. Surrealismo trágico. La decadencia de la militancia de izquierda.
En última instancia, Luis Ospina enseña a desconfiar de los potes de humo generados por los lavadores de cerebros. Un combate de la mente y el cuerpo activo.
PS: la peor crisis sacude a la industria, amenazando con paralizarla. El cierre técnico y económico del modelo rentista del CNAC invita a actuar con creatividad. El ejemplo de Ospina merece atenderse, rodando con las uñas en condiciones de adversidad.
Como Jafar Panahi, el director defiende el concepto del “hazlo tú mismo”, valiéndose de producciones ajustadas a un presupuesto mínimo, generalmente autofinanciado. Consideremos la eficacia de su método de trabajo.