Cedo aquí hoy la palabra a Julio, del CIP, narrando su sentir de migrante.
“Es necesario narrar la experiencia de tantos venezolanos que han tenido que partir optando por la vida de los suyos o por ayudar a sus familias desde fuera. Desolación de aquello que ha sido lo más fundamental y propio de la vida misma. Porque es reinterpretar la práctica de la vida en momentos de gran crisis, de encontrarse en un proceso real de exterminio, de cómo ella se resiste y renueva en su forma de habérselas ante una inédita amenaza de su más íntima forma de realizarse. Para nosotros, es un reto muy grande el seguir siendo venezolanos desde donde nos encontramos y vivir sin perder lo que ha sido nuestra esencia fundamental. Es un reto porque sencillamente la vida obligada-afuera, es una verdadera calamidad, un sin sabor tan desagradable, que se hace solo por garantizar la vida misma de la familia y de las personas que amamos. Esta distancia nos ha trastocado desde lo más profundo de la existencia. Se experimenta un abismal vacío, un sentimiento de que nos hemos desperdigado y hasta la sensación de estar perdidos unos con otros. Lo más duro es que también siento que no hay mucha diferencia con los que se han quedado porque no pueden salir o sencillamente han decidido por una serie de razones bien respetables, quedarse en Venezuela, en lo que era nuestro nido y nuestro mundo, esos sentimientos reales de hallarse fracturado, roto, desprendido, arrancado del hogar, en el aíre, sin tocar piso en el real acontecimiento de ser y vivirse, desterrados, inclusive estando en la propia tierra. Lo cierto es que el significado de esa experiencia sabe a descalabro y desentrañamiento. La esperanza no la logro ver con claridad. Lo que nos ha pasado, ha trascendido nuestra persona y nos ha condenado a ser extranjeros dentro y fuera de nuestra tierra. Extranjeros que sufren en carne propia, el oprobio de la maldad de un proyecto ideológico inhumano, excluyente y totalitario desde la semilla de toda su dinámica. Los convivientes venezolanos en medio de este terrible proceso de exterminio llevado a cabo por una mentalidad ajena a lo que históricamente hemos sido, guardamos en nuestras más profundas y claras esperanzas aquello que nos da sentido de pertenencia y nos permite encontrarnos en apertura, en convivencia y solidaridad ante tan macabro proyecto. En ese acontecimiento por el cual todos hemos sido tocados, maltratados y golpeados, también se encuentra la Bondad y el Poder Supremo de Dios, en el cual aguardamos con fe contra toda evidencia”.