COLUMNISTA

El Terror, la Revolución francesa y Saturno devorando a sus hijos

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Nunca está de más recordar algunos períodos históricos que marcaron por siempre los anales de la historia mundial.

Me refiero específicamente a los años comprendidos entre el inicio del otoño de 1793 y la primavera de 1794, meses cruciales acaecidos en  pleno apogeo de la Revolución francesa conocidos como “el Terror”.

El Terror inicia sus actividades cuando, durante los primeros días de septiembre del año 1793, la Convención vota a favor de tomar medidas de terror que conduzcan a acabar con todo aquello que sea considerado como una acción contrarrevolucionaria. Fue tan terrible que se llegaron a realizar 1.300 ejecuciones en el mes anterior a la finalización del Terror en 1794.

Se hace indispensable recordar también qué era la Convención. Esta institución, en francés Convention Nationale, representó el poder máximo de la revolución y tuvo carácter constituyente. Concentró el Poder Legislativo y Ejecutivo y fue la encargada de redactar una nueva Constitución, que nunca fue llevada a la práctica. Entre muchas de sus responsabilidades se encuentra la declaratoria de culpabilidad de Luis XVI por delitos de colaboración o confabulación con los enemigos de Francia y fue guillotinado en enero de 1793. Es indispensable enfatizar que la Convención estaba considerada como «el único centro de impulso del gobierno».

La composición de la Convención, conocida hasta el cansancio, así como hasta el cansancio la han desvirtuado, estaba constituida por tres grupos, en sus etapas menos virulentas; estaban los moderados, quienes se sentaban a la derecha de la presidencia de la Asamblea, de donde tomarán luego las denominaciones de “derecha” e “izquierda” las distintas facciones de los políticos. A los moderados también se les conoce como los brissotins (partidarios de Brissot), o también llamados girondinos, por proceder de Girona. Al centro de la Asamblea estaban los titulados la Llanura o el Pantano; y, a la izquierda, la Montaña o montagnards, también conocidos como los jacobinos.

Fueron instituidas por la Convención tres instancias que dependían de ella: el Comité de Salud o Salvación Pública, donde se centralizaba todo el poder civil y militar. Estaba encargada, nada más y nada menos, de decretar la leva en masa. Esta locución, levée en masse, se refería a la acción que llevaría a cabo el Comité de Salud de realizar reclutamientos forzosos de los ciudadanos para servir al ejército. El segundo grupo fue el Comité de Seguridad Nacional, cuyo nombre, por sí solo, engloba todas sus funciones: conseguir a los enemigos de la revolución.

Por supuesto, el tercer grupo era el Tribunal Revolucionario, organismo de juzgar y dictar sentencia a quienes eran acusados de traición.

Estos aspectos suelen ser los más citados cuando se habla o escribe sobre el Terror durante la Revolución francesa. Pero hubo otros aspectos de índole social y económica que a veces son completamente olvidados. Hubo acciones que resultaron muy positivas, como fue la abolición de la esclavitud en Francia. Cito textualmente: «La Convención declara la esclavitud de los negros abolida en todas sus colonias; en consecuencia, decreta que todos los hombres sin distinción de color, domiciliados en las colonias, son ciudadanos franceses y gozaràn de todos los derechos asegurados por la Constitución”.

Pero llevaron a cabo reformas que fueron un fracaso, como fue la supresión de las universidades y su sustitución por las Escuelas de Sanidad y Ciencias en París, Montpellier y Estrasburgo. Por su parte, lo relativo a la enseñanza de las humanidades se delegó a las instituciones artísticas como la Biblioteca Nacional, el Museo Arqueológico, el Museo del Louvre y el Conservatorio de Música. También suprimieron las congregaciones religiosas, se creó el calendario republicano y llevaron a cabo una campaña en contra del cristianismo.  No quiero olvidarme de la fuerte censura hecha a los teatros parisinos. Pretendían que tan solo se representasen obras cuyo contenido fuese “patriótico”.  Todos estos datos pueden ser corroborados en un buen manual de Historia.

Robespierre desató  una persecución inclemente contra los miembros más extremistas del Comité, como era el caso de Collot d’Herbois y Billaud-Varenne, y con esta cacería humana aceleró de manera radical su terrible final. Fue arrestado el 9 de Termidor y murió en la guillotina al día siguiente. Con ello concluyó esa etapa de la Revolución francesa, que dio paso a la época del Directorio y años más tarde a Napoleón Bonaparte.

Ni remotamente los años vividos en Venezuela pueden parangonarse con aquella revolución que cambió la historia universal. Esto ha sido una parodia grotesca de lo puede denominarse una revolución. Pero, lo cierto es que estos últimos momentos de cacerías, sospechas, prisiones, hacen recordar una famosa frase, atribuida a Robespierre, aun cuando parece que realmente quien la usó fue Pierre Victurnien Vergniaud,  también guillotinado durante el Terror: «La revolución es como Saturno, devora a sus propios hijos»