Este país de valores débiles y con unas referencias humanas donde sobran los militares multiuso, un civil con capacidad, empeño y seguridad, crecido a su propio pulso, es importante, muy importante.
En medio de esta despedida, y si es posible usar la palabra alegría, han abundado historias, anécdotas, citas, recuerdos desde todas partes y eso, para la muerte, es un gran responso.
No era una persona propiamente dulce y prefería moverse con un tono tal vez cínico, tal vez ácido, con sabor caraqueño. Pero su generosidad y capacidad de amar era mayor que esos antifaces circunstanciales.
Se metió en todos los líos posibles y hasta temerarios, y desafió al poder incluyendo al de los más próximos.
No, no fue ejemplar, de esos que se prestan para retratos colgados en las paredes y me imagino que le habría ardido encontrarse así. En su complejidad era difícil que se le pudiera usar como ejemplo. Yo no lo haría, sería una pauta imposible de seguir para los escolares.
Ahora, así jodidos como estamos, gobernados por una mediocridad que resulta eficaz destruyendo, tenemos que ir, no sé si encorvados, recogiendo los pedazos que no son de un rompecabezas porque los rompecabezas una vez estuvieron armados. Pero nuestro país nunca estuvo armado, así que no sabemos en realidad cómo somos. Pero esa personalidad empeñada y tozuda de Teodoro nos es útil porque si no sabemos cómo somos, sí sabemos que tenemos que inventarnos.
Hay alguna gente que persiste en las ideas de que para inventarnos tenemos que dialogar, pero domina un pudor egoísta, un espíritu de carrera de sacos en la que se compite a saltos, al punto de que mucha gente mira para los lados buscando un Bolsonaro. Una raspadura de paila autoritaria.
Se me agotan los amigos y creo que fue Picasso quien dijo que se daba cuenta de que estaba viejo porque le faltaban los amigos.
@perroalzao