Un punto significa que nada existe fuera de él. No hay vida, tampoco hay espacio que lo contenga; nada navega ni respira en él. Pero sospechamos que se agita y se remueve en su interior un silencioso universo que hace esfuerzos prodigiosos por emerger. Allí dentro del punto cerrado, denso y oscuro escarba incesantemente el caos impredecible que antes negábamos como anuncio de desorden y destrucción, y lo celebramos hoy como auspicio de fortaleza, conocimiento y prosperidad. Quiere salir, explorar y descubrir la vida que se le antoja bella, pero diversa y tumultuosa.
Cuando lo logra es porque ha duplicado su inexistencia y ha colocado un punto a su lado y luego otro más hasta inventarse a sí mismo en una línea que se ofrece a la vida.
En la antigua Grecia un filósofo llamado Zenón sostenía que si disparaba una flecha podía negar el movimiento porque la flecha se detenía en cada punto o momento del tiempo y no podía moverse, y al avanzar en cada punto seguiría siempre en reposo, lo que determinaba que el movimiento es imposible. A diferencia de nuestro amigo el viejo Heráclito que sostenía que en los mismos ríos entramos y no entramos, porque somos y no somos los mismos, Zenón negaba el movimiento. (Hace años yo comparaba al cine venezolano con la flecha del filósofo eleático, discípulo de Parménides, porque nos visitaba anualmente un cineasta alemán que buscaba filmes para nutrir un festival de cine internacional en Alemania y le parecía que nuestra cinematografía no avanzaba).
Pero el punto que en los libros creados y diseñados por Menena Cottin se multiplica hasta convertirse en línea no solo se explica a sí mismo como línea, sino que despliega las más variadas y deslumbrantes significaciones. Asumimos, en primer lugar, la línea imprecisa del horizonte que confunde el azul del cielo con las profundidades del mar. Luego, la línea ancha pero generalmente pérfida y móvil que separa el bien y el mal; al contrario de Picasso, cultivador como él del cubismo, el pintor y escultor Georges Braque pintó sobradamente naturalezas muertas y fue Apolo frente a Picasso convertido en furioso y desatado Dionisio, pero Braque exigía la línea que corrige la emoción. Dice Sartre que la sucesión de palabras impresas son líneas en un libro que se convertirán en literatura cuando alguien las lea. Y hay líneas, filas, para satisfacer o agobiar al mundo: para disciplinar a los soldados o a los niños de escuela; para producir valores industriales, geometrías, viajes aéreos y compañías o líneas de aviación. Las chicas cuidan su cuerpo manteniendo la línea de sus caderas.
¡Pero son líneas de convención! Ha surgido ahora una nueva línea que se llama Menena Cottin! Dicen que su verdadero nombre es Carmen y el apellido Cottin es el de su esposo, un venezolano espléndido que al hablar y moverse desplaza atmósferas y conductas impregnadas de amorosas fragancias.
Menena es una diseñadora, ilustradora y escritora dedicada al diseño gráfico, a ilustrar textos y a escribir. ¡Su libro negro de los colores se hizo célebre en el mundo! Ha diseñado muchos libros: La doble historia de un vaso de leche es apasionante, y las variadas emociones arrastran una línea que adquiere la forma de un libro rojo por fuera y azul en su reverso. Es el libro al que me estoy refiriendo cuando descubro que la verdadera línea es Menena Cottin.
En cada página, pero cambiando el color según la emoción que expresa, Menena dibuja una pequeña línea alegre como una sonrisa y muestra una curva suave; dice que esta línea es serena como el mar en las noche de luna llena y la línea es horizontal y verde, pero cuando la enciende la llama del amor se hace horizontal al iniciar sus pasos y sin alterarse se convierte en un corazón, vuelve al suelo y sigue su camino recto. Y son varias las emociones: líneas frías, seguras, indecisas o infinitas.
¡Y está también el nuevo libro de Menena tan bello como todos! Vacío se llama y no sé con cual adjetivo calificarlo porque, además de ser un precioso libro objeto, es más que bello o adorable. Es un libro negro y rojo, y en cada página aparece dibujada una caprichosa e inventada figura humana cuyos gestos y movimientos expresan las dos o tres densas palabras de la página opuesta.
El vacío es ausencia, aire ignorado, es Nada. Carece de luz, de energía, de amor. Es la caída desde el acantilado, es decir, la caída hacia el temor, la muerte y el desasosiego.
Tengo miedo al vacío, dice Menena. Al corazón vacío, a la mente, a los ojos vacíos. Tengo miedo a los oídos vacíos, a las manos y a la sonrisa vacía, pero también a la verdad, al estómago y a la casa vacía. A la enfermedad y a la vida vacía. Y al decir cada una de sus dolorosas afirmaciones Menena encuentra la figura aplastada e inventada sin corazón, ojos, oídos, manos y sonrisa. Y la sensación de estar cayendo en el vacío se apodera de mí y juro evitarlo. ¡Menena, prometo no desprenderme de mi propia vida mientras tenga tu libro en mis manos!
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