El próximo domingo habrá comicios en Venezuela. El gobierno a través de su estrategia ha establecido este singular sainete con la finalidad de preparar el rumboso ambiente de la proclamación pautada para el venidero 10 de enero. Una y otra están indisolublemente ligadas. El inexistente “champú de popularidad” (utilizando la vieja jerga cubana) le es consustancial al totalitarismo para legitimar lo que resulta imposible ya. Estos dos sucesos constituyen, per se, una especie de lectura de un periódico de ayer.
Algunas encuestadoras señalan que el margen de abstención sobrepasa 80% del censo electoral. ¡No podría ser de otro modo! El desprestigio de la dictadura es tal, que se espera –de igual manera– la abstención de sus conmilitones internos en algo más de 50%.
Por su parte, los sectores de una discutible “oposición” se preparan –“con alegría de tísicos”– a votar y darle el espaldarazo a Maduro y su combo. El próximo lunes constataremos los inocultables y predecibles resultados a pesar de las manipulaciones de rigor. Todo ha sido preparado de manera pícara y servil por las arpías que dirigen el ministerio de elecciones del gobierno. Nuevamente el mapa político de Venezuela se teñirá –según ellas– “rojo rojito”. ¡Nadie –ni nacional ni internacionalmente– se tragará ese indigerible “Pluto”!
Hace dos semanas (en mi artículo “Borrell” publicado en El Nacional) con motivo a las elecciones estudiantiles en la Universidad de Carabobo señalé: “… Seguramente el ministerio de elecciones del gobierno y la Sala Electoral del TSJ emitirán sendas decisiones para avalar el fraude…”. ¡Así fue! Se quedó con los “crespos hechos” el partido opositor que inmediatamente cacareó y reivindicó demagógicamente el triunfo. Lo que me permitió pronosticar que lo acontecido no fue producto de poseer facultades extrasensoriales. De que pueda predecir el futuro. Simplemente el aserto se derivó simplemente de contrastar el reiterativo modus operandi político de la dictadura (pasado, presente y futuro) para denunciar lo que evidentemente fue la “crónica de una muerte anunciada”. De igual modo señalé la conveniencia de ejecutar una huelga o paro general por 24 horas el 10 de enero para protestar y enrostrarle a Maduro su ilegitimidad.
Nuevamente se escuchan los lamentos. “No será acatada la sentencia”, dicen los agraviados directos (los estudiantes de la universidad carabobeña) y la opinión pública nacional. Los primeros señalan como prueba veraz e irrefutable las actas respectivas. Todos aducen que la Sala Electoral del TSJ violó preceptos jurídicos indubitables. ¡Como si esto fuese la primera vez que ocurre!
Lo importante y aún rescatable de la torticera sentencia es la plena convicción de que en las actuales circunstancias resulta algo más que utópico el imaginar que Maduro saldrá del poder producto de elecciones. Con un CNE y un TSJ –ilegítimos como él mismo– constituido como el actual. Quienes aún persisten en reivindicar la vía electoral como única manera para erradicar el totalitarismo y solucionar de esta manera la crisis nacional; o son redomados ilusos, o lo que es peor: son cómplices –por acción u omisión– de coadyuvar con sus torpezas y debilidades las nefastas intenciones continuistas… ¡Maduro como “nunca pierde” arrebata!
Nuevamente los venezolanos nos encontramos en el mismo punto de siempre. En Punto Fijo (no propiamente del estado Falcón). Existen variados sectores de la oposición ubicados en opciones disímiles. La mayoría decidió no participar en las venideras elecciones. Así que a partir de la semana entrante estaremos enfilados de manera directa –imbuidos en una especie de tubo direccionado– al 10 de enero. La consolidación formal de la ilegitimidad de la cabeza de gobierno y de su amplia cohorte de abúlicos subalternos. Poderes públicos que conforman el Estado totalitario que nos oprime. Sin que –para la fecha– se haya diseñado alguna estrategia puntual; dotada con las tácticas aleatorias pertinentes para afrontar lo que parece aun indetenible por ahora. Pareciera (estas son las intenciones y deseos del gobierno y de algunos seudo opositores) que habremos de sumergirnos de manera ineluctable en las inexistentes celebraciones decembrinas acostumbradas. Con poquísimas hallacas y con perniles escogidos a dedo como premio de consolación. La actividad política retomará su acción, aletargada por la inactividad increíble, con motivo a la elección de la nueva directiva de la AN. Parece que le será reconocida a VP la opción acordada hace tres años para dirigir la AN. “El Correo de la Brujas” comienza a alarmarnos con persistentes comentarios acerca de viles maniobras urdidas entre diversos retazos oposicionistas con algunos peculiares gobierneros para elegir un presidente del Parlamento distinto. Ojalá que esto solo sea producto de mentes calenturientas y bribonas.
Lo cierto es que la dirigencia opositora (en sus variables versiones) no ha emitido opinión concreta referida al inicio del segundo período presidencial. Sólo han señalado consideraciones de carácter general. Mientras el país como un todo y la ciudadanía en general solo desean acciones concretas para no permanecer con los brazos cruzados. A la simple y resignada espera de que se consoliden los hechos fríamente pautados. Afirmar aquello (muy cómodo e irresponsable) de que “según vaya viniendo, vamos viendo”.
La oposición mayoritaria –la que no avala la próxima farsa electorera– se debate en opciones contradictorias. Algunos señalan que la vía para lograr el cambio de gobierno deberá ser realizada únicamente a través del diálogo. En un nuevo proceso de negociación política entre el régimen y ellos. Que la transición debe ser pacífica y necesariamente concertada con Maduro. Algunos dicen: “Estoy dispuesto a conversar con el diablo” (sic). Estos –grosso modo– son meros propósitos sin sustento serio alguno. Utópicos por lo demás. La “robolución” no entregará jamás por las buenas el apetecible aparato que le ha permitido gozar y usufructuar las corruptas y deliciosas mieles del gobierno. Para no decir el robo a mansalva y el saqueo indiscriminado de los bienes del Estado, producto de la conducta oprobiosa recurrente. La que les ha permitido gozar, a todos sus altos prebostes y parentelas, de riquezas inimaginables. Tan cierto es que hasta los “tuertos” ven a plenitud. Desnudando a su vez todos los entuertos y felonías de la robolución. En el ínterin el gobierno con bombos y platillos acaba de anunciar –a una semana del sainete electorero– un nuevo aumento del salario mínimo con el consiguiente ajuste de los precios en los productos alimenticios y la dádiva del nuevo mes de aguinaldos (¿para ahorrarlos en Petros?). Maduro intenta corregir con explicable tozudez lo que resulta obviamente incorregible. Pronto –de continuar la sempiterna y contumaz guachafita– veremos más de lo mismo.
La teoría política –de manera general– ha establecido una especie de premisa fundamental para hacer viable los procesos de negociación política con la intención de dirimir de manera no cuenta las diferencias ocasionales. Se trata de constatar y establecer una especie de “pesos y contrapesos” entre los interlocutores. Es decir, las relaciones entre las partes contendientes deberán estar cimentadas con la debida ponderación de todas las fuerzas y debilidades de cada quien. Establecidas objetivamente estas, la negociación sería pertinente y viable a los efectos de llegar a un acuerdo práctico y consensuado.
El totalitarismo –de Perogrullo– solamente cuenta con el poder autoritario que le otorga las bayonetas y armas de los diversos cuerpos que la sustentan (parte de la FANB, milicia, organismos policiales con formación milica y el aparato especial armado del PSUV) en lo nacional. En lo internacional, con el apoyo irrestricto de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Corea del Norte y otros pocos países del continente asiático. Cuenta también con un sui géneris apoyo de Rusia y China, donde prevalecen intereses económicos puntuales derivados del petróleo y de la minería. Es decir, del saqueo –muy imperialista– de nuestros valiosos recursos no renovables. Ya no se trata –mutatis mutandis– de utilizar la verborrea de la vetusta izquierda cuando otrora denunciaba “al imperialismo yanqui”. En relación con estos dos novísimos y sobrevenidos imperialismos no me atrevo a aseverar que el apoyo sea irrestricto. En ellos privarán –en definitiva– los aspectos pragmáticos muy puntuales donde los imponderables económicos y geopolíticos surgirán seguramente.
El pasado martes en el Aula Magna de la UCV concluyó la primera fase de un proyecto político que reivindica la unidad de la oposición para lograr el cambio de gobierno. Digo la primera fase en virtud de que se ha hecho del conocimiento público un documento contentivo de los propósitos por ellos diseñados. Con el esbozo de rápidas pinceladas, muy discretas, de algunas acciones políticas a ser emprendidas.
Diría –prima facie– que suscribo con poquísimas observaciones de carácter adjetivo todo lo allí enunciado. Recomiendo su lectura con atención. Es loable la intención y podría convertirse en un pivote, una especie de bisagra, para obtener el objetivo estratégico fundamental que todos conocemos y deseamos. Para lograrlo es condición sine qua non concretar y hacer viable lo destacado en los puntos VI y VIII. El primero se refiere a: “Propiciar y coordinar la protesta social y la defensa de la democracia, que tendrán como fin último la transición democrática”. El segundo es: “…el compromiso con la construcción de una estructura organizativa funcional y efectiva, que haga posible reforzar la necesaria organización ciudadana y la acción de nuestros objetivos en cada uno de los rincones del país…”.
Es casualmente con la implementación idónea de ambos aspectos que se podría intentar un proceso serio –de ser pertinente– de negociación política con el gobierno (dictadura, totalitarismo o autoritarismo. ¡Cómo usted quiera adjetivarlo! Pero inconstitucional por ilegítimo a todas luces). Con la intención de propiciar la impostergable transición incruenta. Evitando el derramamiento de sangre. Sería el único poder cierto e incontrastable que tendría en sus manos la oposición organizada ante el letal poder de las armas que dispone el régimen. Para hacer posible –hipotéticamente– ese eventual diálogo negociador es menester que el mismo esté avalado por organismos multilaterales internacionales y países preocupados por la buena marcha de las relaciones globales intergubernamentales donde no se vulneran los derechos humanos. La transición –entonces– sería debidamente fomentada por intermedio de elecciones. Regida por genuinas autoridades electorales idóneas e imparciales. En el entendido de que el gobierno de transición que de allí surja esté encabezado por una persona idónea, solvente moralmente, con formación plena e inequívoca de estadista. Ajeno (la persona escogida) a intereses subalternos, partidistas o grupales. Designada consensualmente de manera armónica y que se comprometa a no aspirar a la reelección inmediata. No es hora –en las actuales circunstancias– de promover ni realizar primarias para escoger a la cabeza de gobierno donde el escogido sea el jefe –a su vez– de una de las parcialidades políticas que ahora actúan de manera prominente. El escogido se comprometería a ejercer el mando con un auténtico equipo de gobierno de unidad nacional. Prevalido con un programa de gobierno consensuado y con la disposición –repito– de no aspirar a la reelección.
La única acción para lograr el cambio de gobierno sería el contenido en el punto VI supra señalado: “La protesta social y la defensa de la democracia”. Para la “construcción de una estructura organizativa funcional y efectiva” es necesario adminicular la debida y necesaria organización propiciadora de hechos concretos a través de las tácticas pertinentes. Pienso –ya lo he señalado como ejemplo– que el venidero domingo, quienes nos disponemos a abstenernos de votar en el rupestre sainete, demostremos de alguna manera cívica nuestra inconformidad y protesta con la farsa. De igual modo convocar a una huelga general o paro por 24 horas a ser realizado el 10 de enero, fecha establecida “a lo Jalisco” para dar comienzo al segundo período madurista. Con este acto se iniciaría el proceso ya indetenible para instaurar a la brevedad posible la transición.
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@CheyeJR
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