Que María Corina Machado haya declarado que no propone la abstención para las venideras regionales y que ni siquiera va a criticar a los votantes, es una proposición que, leída sin obsesiones por la lógica, indica sensatez y generosidad políticas. Igual que las de Primero Justicia en Aragua o Un Nuevo Tiempo en Zulia, para citar dos lugares electorales controversiales, al reconocer a sus adversarios en las primarias y asegurar su ayuda. Todo lo cual, si se suma a algunas encuestas creíbles, hace prever buenos vientos para la MUD en esa justa comicial que puede ser decisiva para el futuro del país. Esto corrobora la solemne necedad de algunos profesionales de la antiunidad que suelen reconocer muy generosamente que la MUD es muy buena en asuntos de votos… no así en batallas navales ni en los dobles de tenis donde es regalada y traicionera.
Por supuesto que nosotros creemos también, y mira que lo hemos dicho, que este gobierno –mezcla de vocación despótica, debilidad terminal y falta de cualquier escrúpulo ético– es capaz de toda felonía, pero nos parece que en esta ocasión le va a resultar algo más difícil ponerlas en práctica. Una sola razón: ante la avasalladora avalancha, poca veces vista, de improperios, condenas, sanciones, maldiciones y otros conjuros de la comunidad internacional democrática, al gobierno le ha dado por aparentar ser el más devoto creyente en la paz, el diálogo fraterno y el amor al prójimo. Sus respuestas a esa multitud de injerencistas alevosos que, por demás, parecen incrementarse día a día, ¡hasta Cristina!, han sido comedidas y hasta rastreras, verbigracia, Maduro pidiéndole aunque sea un mensajito a Trump.
De manera que, salvo que la revolución decida retrotraernos al comunismo primitivo y al nomadismo, cosa que tampoco debe descartarse, tiene que tener un mínimo de decencia en los comicios, lo que quiere decir que no debería superar las porquerías que hace habitualmente. Pongamos por caso que el doctor Escarrá se ilumine y con algún latinazo pretenda inhabilitar a Carlos Ocariz. O que las chicas del Consejo Nacional Electoral sigan bailando al ritmo Smartmatic, ahora con todo y testigos adversos. No debería ser. El diálogo por el cual se desvela tanto el madurismo sirve de barrera a las marramucias electorales de grueso calibre, tales las barbaridades fascistas de la constituyente.
Pero también las cosas pueden funcionar, para bien, en dirección contraria, de las elecciones hacia la negociación. Porque de ganar, como espera la oposición, de verdad que la elección sería lo más parecido a un referéndum que tengamos a la mano, como decía Borges estos días. Y no solo eso, sino que una diferencia abultada pondría de manifiesto el fraude de fines de julio, porque no es posible que se hayan evaporado algunos millones de votos en momentos constituyentes en que el pueblo ha tomado la nación en sus propias e impolutas manos.
De manera que a estas alturas empecinarse en abstenciones parece actitud poco cuerda. Ya Gustavo Tarre puso en juego una fina pieza cuando afirmó que, aun siendo contrario al viraje que llevó de la calle a los votos, una vez que este tuvo lugar, y lo tuvo, no había otra opción que asumir estos y no hacerle un cuantioso y quizás decisorio regalo a los bárbaros que nos destruyen (el pacifista, por ejemplo, no es el mismo antes y después de la declaración de guerra). Tampoco hay que olvidar que las sanciones y acosos del público exterior están despertando una convicción económica que hasta ahora no estaba demasiado clara, que sí podemos llegar al llegadero, al infierno del default y otras hogueras. Lo que hace que la prisa se multiplique sin cesar, y ganar gobernaciones cuantiosamente de alguna manera va a acelerar los relojes, entre otras razones porque están a la vuelta de la esquina.
Si haber producido un aluvión de solidaridades del planeta, tener al gobierno gimoteando hipócritamente loas a la humana fraternidad y concebir sólidas esperanzas de configurar un batallón de gobernadores, si todo ello no es política acertada y promisoria es que a usted le gusta, le gusta de verdad, la violencia como único camino para encontrar la pureza del alma de los pueblos. Eso suena muy mal y tiene ecos muy antiguos.
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