Carmen Sulay Rojas
La institución educativa es un espacio donde ocurren los procesos de enseñanza y aprendizaje. Para los estudiantes, es también un lugar en el que además de aprender y desarrollar sus competencias se construyen relaciones de amistad, afecto y fortalecen la construcción de sus estructuras éticas, emocionales, cognitivas y sus formas de comportamiento.
Asimismo, la escuela es el centro en que los responsables y corresponsables de la administración educativa deben actuar para la atención de los estudiantes que incurran en faltas de disciplina, ya que se someterán a medidas alternas de resolución de conflictos, producto de la mediación y conciliación que adopten los integrantes de la comunidad educativa, resguardando siempre el derecho a la educación y a la legislación de protección de niños, niñas y adolescentes.
La gestión educativa está conformada por un conjunto de procesos organizados que permiten que una institución de educación logres sus objetivos y metas. Una gestión apropiada pasa por momentos de diagnóstico, planeación, ejecución, seguimiento y evaluación que se nutren entre sí y conducen a la obtención de los resultados definidos por los equipos directivos. Una buena gestión es la clave para que lo que haga cada integrante de una institución tenga sentido y pertenencia dentro de un proyecto que es de todos. Es decir, resulta fundamental lograr que todos “remen hacia el mismo lado” para lograr lo que se quiere y mejorar de manera permanente.
Es también la escuela o el liceo, el instituto educativo donde se internaliza el denominado Proyecto Educativo Integral Comunitario (PEIC), en el cual se concreta la transformación curricular, las actividades pedagógicas, las evaluaciones y autoevaluaciones, así como las relaciones con la comunidad educativa y los demás organismos competentes en materia educativas.
En tal sentido, es indudable que el PEIC debe articularse con el cumplimiento del currículo y el plan de acción anual, o sea, son un oxigonio de herramientas necesarias para orientar las acciones pedagógicas, hacia el logro de las metas que el equipo directivo haya definido y planificado en compañía del personal docente, administrativo, ambientalista, estudiantes, padres, madres y representantes, en fin, todos los involucrados en la comunidad educativa.
La gestión educativa y la educación de los derechos humanos articula la defensa de una escuela en el marco de una educación de calidad, que sea capaz de garantizar la justicia social de las distintas personas que forman parte de un instituto educativo, en donde se hace ineludible la formación de los docentes en el ejercicio de los derechos por y para la ciudadanía, razón por la cual, desde el ámbito educativo, ambos se complementan, es decir, la gestión educativa y los derechos humanos no pueden coexistir aisladamente, porque el éxito en el proceso educativo solo será posible gracias a la dignificación del ser humano.
Al mismo tiempo, la crisis en que se debate actualmente en la sociedad, y por ende, en el contexto del sistema educativo, no debe continuar eludiendo los conflictos. Tales dificultades hay que verlas como oportunidades para generar estrategias de solución de problemas, a través de las medidas alternas de resolución de conflictos, producto de la mediación y conciliación que adoptan los integrantes de la comunidad educativa, lo que significa que al abordar las disputas, diferencias o discrepancias, con los integrantes de la sociedad y del proceso educativo, permitirá tener la posibilidad de garantizar más compromiso, participación en el desarrollo y mejora institucional.
La educación para los derechos humanos no debería ser una asignatura más del contenido escolar, sino una dimensión transversal del mismo, que impregne el currículum de cualquier materia, tal y como lo establece la Unesco (1994), apuntando que los derechos no pueden quedar en meros enunciados teóricos o de principios, sino que han de ser valores que cada ser humano tiene que encarnar y hacer propios, verbigracia, deben ser vivencias que acompañen al sujeto, la escuela y la institución educativa en todo instante, y no un simple tema que se imparta en clases o como parte de enseñanzas circunstanciales.
En conclusión, la educación de derechos humanos debe convertirse en un espacio de ideas que aborde todos los espacios de la sociedad, y la escuela está llamada a convertirse en el eje fundamental de esa acción pedagógica para el desarrollo de una ciudadanía que valore al ser humano en sí mismo, y como único responsable en la construcción de su entorno social.
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