En Venezuela, la preponderancia de imputables al mando tendrá término. Nadie lo duda, pero el daño que nos infligen esos aventajados del crimen dejará secuelas en nuestras mentes y cuerpos [estigmas].
Presas de terroristas, así sobrevivimos los venezolanos que todavía permanecemos en nuestra sodomizada nación. Vamos al banco a retirar nuestros míseros ingresos y escuchamos letanías. En las filas donde experimentamos maltratos doctrinales antes de ingresar, es habitual que las personas [sin mencionar a intocables del ámbito político-militar] emprendan diálogos en los cuales la temática es repetitiva: hiperinflación, incapacidad de pago, desabastecimiento de productos a precios accesibles, la dolarización, falta de personal e insumos médicos en hospitales, colas para comprar gasolina, gasoil y gas, el aumento de suicidios, vandalismo, emigración, fallas eléctricas, especulación-estafa y súplicas a Dios para que descienda de su presunta gloria a cesar nuestras penurias y castigar desmadrados […].
—Mis hijos salieron hacia distintos países –infiere alguien–. Pero, también sufren fuera del país.
—Estoy enfermo y no consigo las medicinas que necesito, pero tampoco tengo cómo pagarlas cuando esporádicamente aparecen –confiesa otro.
—Arriba está quien hacia abajo mira, y se llama Dios –advierte una jovencita–. El gobierno pagará por sus crímenes contra la humanidad-
—Si existe, no intervendrá a favor de ningún mortal –suelo decirles para que se enfoquen–. Optemos por solicitar la intervención militar de coalición.
Cada día, predadores y oportunistas urden robarnos. Identifican nuestros nombres y lugares de residencia mediante el padrón electoral, escrutan cuál rutina tenemos, observan la casa que habitamos, miran las ropas que usamos y los escasos alimentos que llevamos en bolsas plásticas, de tela, en pequeños maletines o manos. Nuestro país es una selva y la cacería de incautos o débiles, la natural y salvaje forma para satisfacer necesidades. No podemos confiar en nadie. Nos venden víveres sin supervisión sanitaria, a precios que cambian irrefrenables, varias veces en el curso de horas, porque las mafias [cívico-militares] que controlan el hambre son caprichosas.
Los jóvenes y quienes hemos envejecido ya no podemos idear proyectos en un territorio donde las leyes no imperan. Se van profesores, estudiantes, médicos, enfermeras, ingenieros, albañiles, plomeros, etc., pero igual policías y soldados recién reclutados por el Grupo Terrorista Comandante Fetiche.
Eliminan casillas policiales, los conductores de los pocos vehículos del transporte público y privado que circulan nos someten a tratos despóticos. Cobran lo que se les antoja. Tienen por meta cobrar en próceres impresos imperiales norteamericanos, como los demás que igual ofertan servicios de forma fraudulenta. Funcionarios de bancos controlados por terroristas venden puntos de venta en moneda norteamericana. Los compradores los utilizan en el mercado ilegal especulativo, que incluye la comercialización de objetos que provienen de actividades delictivas. Sus razones son las del resto de la tiranizada población: los superelevados precios en alimentos, cauchos y repuestos. Excepto quienes forman parte del Crimen Político-Financiero con Petrodólares Organizado [CPFPO], nos mantenemos aturdidos. Nuestras penurias agravan de un instante a otro. Somos mendigos, arreados, y sentimos los latigazos.
Presas de terroristas, así sobrevivimos los venezolanos que todavía permanecemos en nuestra asfixiada república […].
(@jurescritor)