El texto que escribo a continuación está basado en un artículo de Gordon Hodson, Ph.D., titulado “Political overconfidence: why are our political leaders so overconfident?”, publicado el 26 de noviembre de 2017 en la revista digital Psychology Today. Hodson pertenece al Departamento de Psicología de la Universidad de Brock, en Ontario, Canadá.
La sobreconfianza es un sesgo cognitivo que se presenta en la toma de decisiones con incertidumbre. Describe una serie de fenómenos relacionados en los que una persona piensa que algún aspecto suyo, frecuentemente su desempeño o la información que posee, es mejor de lo que realmente es. Estos fenómenos son el tema central de una gran literatura en psicología, economía y finanzas, que documentaron por primera vez Marc Alpert y Howard Raiffa, en 1982.
En el año 2007, Don Moore y Paul Healy, clasificaron la sobreconfianza en tres categorías, que se manifiestan a menudo combinadas: sobreestimación del desempeño actual del individuo, sobrecomparación del desempeño actual del individuo con relación a otros y sobreprecisión o la expresión de certidumbre sin soporte en la precisión del estimado hecho por el individuo.
Una conducta identificable en nuestros políticos, aquí en Venezuela, particularmente en aquellos que se han postulado para las elecciones a partir del año 2013, es que exhiben una buena dosis de sobreconfianza y cuyo origen está, paradójicamente hablando, en los votantes. Los votantes parecen preferir políticos que luzcan seguros de sí mismos y admiran su «visión clara» y la ausencia de vacilación en el abordaje de los problemas. Así, los votantes prefieren a políticos que transmitan seguridad. La sobreconfianza de los políticos, por tanto, moldea el comportamiento en los votantes.
Por allí anda también la investigación de Buehler-Griffin-Ross, de 1994, sobre la denominada «falacia de planificación», la cual muestra que las personas subestiman abrumadoramente el tiempo requerido para realizar una amplia gama de tareas, por ejemplo, estudiantes que escriben su tesis de grado o que estudian para un examen. Es preocupante que, frecuentemente, las personas en general y los políticos en particular no revisen sus conductas pasadas al realizar la evaluación de cuánto les tomará realizar determinada tarea e incluso sean bastante reticentes a las intervenciones diseñadas para contrarrestar los efectos de una mala planificación.
¿Y por qué los políticos no revisan los antecedentes a fin de no incurrir en promesas absolutas y totalmente erradas?
Los antecedentes se ignoran a fin de comprometerse en el acto político: si realmente tanto políticos como votantes supieran cuánto tiempo les llevaría cumplir con sus promesas, especialmente las complejas –así como su costo en términos de bolívares–, muy probablemente se resistirían a comprometerse.
Un punto importante aquí es reconocer cuándo sobreconfiamos, es decir, cuándo confiamos con razones infundadas. Por ejemplo, cuando percibimos que los políticos de uno y otro lado nos prometen que tareas muy complejas, como reestablecer la confianza en el bolívar, disminuir la altísima tasa de homicidio intencional o restablecer todos los servicios deteriorados por años de mal gobierno e incompetencia, serán fáciles de lograr, debemos hacer un alto, reflexionar más profundamente sobre tales políticos y reconsiderar la opción de votar o no votar por ellos.
Quizá el punto más importante que debemos tener en cuenta es que la mayoría de los ciudadanos venezolanos parece exhibir sobreconfianza y que nuestros políticos, siendo ciudadanos también, exhiben un incentivo adicional: responden a la sobreconfianza con más sobreconfianza.