Después de cumplidos los ocho años del inicio del conflicto en Siria, se puede decir que se vislumbra, con altas probabilidades, un final en el que el gobierno presidido por Bashar al-Assad se mantendrá en el poder.Se procurará la reconstrucción del país con el apoyo de aquellos que se mantuvieron a su lado, y con la deuda latente con ellos como agradecimiento por no permitir la derrota y caída.
Es curioso que Siria, que no dispone de grandes reservas de petróleo, con un sistema de gobierno con la fragilidad y permeabilidad mayores que los de Túnez o Libia, su gobierno haya podido sobrevivir y soportar los embates de la mal denominada “primavera árabe”, cuando los demás gobernantes terminaron derrocados, los países anarquizados y los Estados fallidos.
Es pertinente destacar que, aun cuando no se dispone de las riquezas mineras, Siria está ubicada en un espacio territorial que ha sido apetecido, desde la antigüedad, por una serie de razas, etnias y tribus, que se diputaban el derecho territorial. Y es que, desde cananeos hasta filisteos, desde arameos hasta caldeos, luchaban frecuentemente entre sí, para dominar una de las regiones mejor ubicadas estratégicamente entre las civilizaciones occidentales y orientales. La historia se repite, porque hoy más que nunca esta ubicación representa, para quien la controla, autoridad y poder. Siria sigue siendo apetecible.
Sin ir muy lejos en el tiempo, la independencia de Siria de la colonización francesa se logra en 1946, y para 1949 es perpetrado el primer golpe de Estado, por Husni al Zaim, contra el presidente Shukri al Quwatli, con la ayuda de Estados Unidos, por la negativa del primero a aceptar la construcción del oleoducto Trans-Arabian Pipeline (Tapline) que suministraría petróleo de Arabia Saudita a Europa, desde Qaisuma, atravesando territorios de Jordania y Siria, hasta llegar al puerto libanés de Sidón para embarcar hasta Europa. El transporte de petróleo a través del oleoducto empezó en 1950. Pero, desde la Guerra de los Seis Días en 1967, la parte del oleoducto que pasa por los Altos del Golán estuvo bajo ocupación israelí, originando desde entonces conflictos sobre las tasas de tránsito, por lo cual el ramal desde Jordania que atraviesa Siria y llega hasta Líbano dejó de funcionar en 1976. Ya para 1990 los sauditas cerraron el suministro a Jordania porque el rey Hussein apoyó a Irak en la Guerra del Golfo. En la actualidad la totalidad del oleoducto es inservible para el transporte de petróleo.
Siria, consciente de la importancia de su ubicación geográfica, desarrolló y asumió el reto de un proyecto ambicioso denominado la Estrategia de los Cuatro Mares, encaminado a convertir a Siria en un punto neurálgico de transporte de hidrocarburos, entre los mares: Mediterráneo, Negro, Caspio y el Golfo Pérsico. A partir de 2004 este proyecto se convirtió en estrategia principal de política exterior de Siria, y así fue asumido, manifestándolo públicamente Bashar al-Assad en una visita oficial a Turquía en el año 2007 ante el presidente Abdullah Güll. El primer paso se dio con la llegada del gasoducto árabe (Arab Gas Pipeline), en 2008, que transportó gas natural desde Egipto a Jordania, Siria y Líbano, con la proyección inicial de conectar con Turquía para incorporarse a su red Nabucco. Esta conexión con Turquía nunca se llegó a realizar. El gasoducto operó hasta marzo de 2012, dejó de funcionar por los ataques terroristas en Egipto ocurridos desde 2011 hasta 2014.
Enmarcado dentro de la Estrategia de los Cuatro Mares, Bashar al-Assad también mostró gran interés en reactivar el oleoducto de petróleo crudo Kirkus-Baniyas, inaugurado en 1952, que se inicia en el campo petrolero iraquí Kirkus hasta el puerto sirio Baniyas en costas del Mediterráneo, transportando 300.000 barriles diarios. Desde la invasión de Irak en 2003 el oleoducto había quedado fuera de servicio por los daños sufridos. El 17 de diciembre de 2007, Siria e Irak acordaron rehabilitar el gasoducto.Debía ser reconstruido por Rusia. Sin embargo, dado que la reconstrucción resultó ser más costosa que la construcción de un nuevo gasoducto, Irak y Siria acordaron en 2010 construir dos nuevas tuberías con capacidad de 1,5 millones de barriles diarios de petróleo pesado y 1,25 millones de barriles diarios de crudo liviano, respectivamente. La conflictividad de la zona no permitió ni siquiera el inicio del proyecto.
En el año 2009 Qatar, un gran productor de gas natural, le ofrece a Siria incorporarse a un proyecto en el cual estarían involucrados Arabia Saudita, Jordania y Turquía. El gran gasoducto (2.400 km) permitiría transportar el gas qatarí hasta Turquía, atravesando Arabia Saudita, Jordania y Siria. En Turquía se empataría con la red Nabucco para llevar el gas a Europa, un importante consumidor. Bashar al-Assad declinó la oferta, entre otras razones,en beneficio de su alianza con Rusia, dado que ese proyecto perjudicaría el 25% de todo el consumo de gas europeo suministrado por Rusia. Los involucrados en este proyecto son, por un lado, Qatar y Arabia Saudita, no afines a Siria; Jordania y Turquía, con relaciones diplomáticas normales de países vecinos, para ese momento, y Estados Unidos, aliado de Israel, y con grandes antagonismos con Siria.
El otro proyecto que se le presenta a Siria tiene origen en Irán, el otro gran productor de gas natural mundial. Este país, tradicional aliado de Siria, propone la construcción de un gasoducto (1.500 km), con la misma intención de suministrar gas a Europa, involucrando a Irak. El canal transportaría el gas desde Asaloyeh, campo iraní del Golfo Pérsico,atravesando Irak y Siria, hasta el puerto sirio Baniyas, para luego alcanzar a Europa atravesando el mar Mediterráneo. El presidente Bashar al-Assad aceptó, en 2010, participar en este proyecto. Cabe destacar que también este afectaría el 25% del mercado europeo suministrado por Rusia. Los involucrados son Irán e Irak, ambos aliados de Siria; y también Rusia, muy afecto a Siria, que se responsabilizaría de la ejecución a través de sus petroleras Soyuzneftegaz y Gazprom (principal proveedor de gas a Europa). En julio de 2011, cuatro meses después del inicio del conflicto en Siria, se firmó el acuerdo entre Damasco y Teherán. Aun no se ha iniciado la construcción de este proyecto.
Antes del inicio del conflicto sirio (marzo de 2011) ya estaban definidas las posiciones de los diferentes actores con respecto a las propuestas de los gasoductos. El estallido del conflicto sirio catalizó las intervenciones de los involucrados, quienes actuaron inmediatamente percibiendo la oportunidad de un posible beneficio, con protagonismos, aportes, apoyos económicos, militares y logísticos en pro del proyecto que les favorece. Así, los involucrados en el proyecto del gasoducto de Qatar se abocaron a apoyar el derrocamiento del gobierno de Bashar al-Assad: tanto Qatar, como Arabia Saudita, Turquía y Estados Unidos, conjuntamente con algunos países europeos, Francia y Gran Bretaña, ayudaron a los sublevados internos sirios primero, y a los factores externos radicales después, con la intención de derrocar al gobierno sirio. Por otro lado, Irán e Irak se mostraron solidarios con el gobierno de Bashar al-Assad, así como Rusia, dando apoyo económico y militar, incluyendo armamento y militares, para superar la situación conflictiva y los ataques antigubernamentales.
Aquí se infieren las razones de las actuaciones de cada uno de los factores del conflicto sirio. Los dos escenarios posibles permiten el dominio de uno u otro bando con sus consecuencias geopolíticas y económicas. Un cambio del gobierno alauí de Bashar al-Assad, que podría dar paso a un gobierno suní, favorecería las pretensiones de Qatar, Arabia Saudita, Turquía y por supuesto a Estados Unidos e Israel. Se procedería con el gasoducto de Qatar, afectando severamente a Rusia y sus ventas de gas a Europa, aparte del dominio de la región que se convertiría en zona pro occidental, tal como lo son actualmente las posiciones de Arabia Saudita, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein. Arabia Saudita prevalecería como líder, frenando la creciente influencia regional de Irán. Rusia perdería la única base naval que dispone en el mar Mediterráneo, el puerto de Tartus, en las costas de Siria. Por otro lado,una permanencia del gobierno actual de Bashar al-Assad mantendría vigente la realización del gasoducto de Irán, fortaleciendo económica y geopolíticamente a este país con sus aliados Irak y Siria. Rusia quedaría favorecida con la participación del proyecto y, lo más importante, su posición de líder de estos países manteniendo equilibrio en la zona y no permitiendo el predominio casi total de Estados Unidos.
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