COLUMNISTA

She Hulk: dentro y fuera de la caja de Marvel

por Sergio Monsalve Sergio Monsalve

Según la teoría de Roger Bartra, She Hulk puede representar las evoluciones y bifurcaciones que toma el mito del buen salvaje en la industria del entretenimiento mainstream, pero más específicamente en la generación de contenidos de la casa Marvel.

El personaje, en efecto, se inspira en dos modelos arquetipales que han tenido éxito a lo largo de la historia de la compañía: el diseño posmoderno de una amazona clásica y la reconstrucción sitcom del paradigma de la súper heroína de la empresa, que a su vez se inspira en los seres desdoblados de la literatura romántica, a imagen y semejanza de Frankenstein y Doctor Jeckyll and Mister Hyde, también recuperado por la reciente incursión licantrópica del MCU para la temporada de Halloween con el título de Werewolf by Night.

Pasa que She Hulk sufrió el típico backlash en redes, que se ceba en sus evidentes problemas técnicos de CGI, para concluir que no es más un bodrio inclusivo con pinta de mala copia de Fiona en Shreck. Y nada menos cierto.

La verdad es que la serie, a pesar de su irregular comienzo, pudo enderezarse con no poca dignidad, al deslastrarse de sus orígenes de rutina, que la llevaban por un trayecto predecible de humor tonto, en una serie de casos judiciales que se miraban con hastío y desdén.

Semana a semana, no sabíamos muy bien para dónde iba a parar la primera temporada, hasta que los guionistas lograron anclar su conflicto centrado en los dilemas que padece la protagonista, al ser rodeada por un conjunto de monstruos estrafalarios y desesperados como ella, que encarnan su crisis de mediana edad.

De modo que es una serie para mujeres en sus treintas y cuarentas, que conectan con las ansiedades de una generación millenial que no consigue encajar del todo en el mercado laboral, y tampoco en los moldes sociales y familiares que demanda la nueva sociedad en la que vivimos.

Es en el contacto con secundarios notables como Abomination, Wong y Daredevil, que She Hulk va encontrando su redención, su foco, al contrastar con mutantes que la retan, la cuestionan y le permiten brindar fuerza a su búsqueda personal.

Por igual, lo que al principio se antoja como un grupo de muletas y salvavidas que le lanzan para llegar hasta el final, consiguen dotarla de la autonomía y la independencia que descubrirá en uno de los mejores finales de temporada de Marvel, desde la época de Wanda Vision, cuando She Hulk enfrenta a los demonios “incel” que la odian y subestiman en el mundo real, mientras se dirige al centro de la Matrix del MCU, para romper la cuarta pared delante del maestro de las marionetas de la simulación, una suerte de Hall 9000 con el nombre de “Kevin”, en alusión al CEO de los estudios, que tal parece que ideó el sentido autoconsciente y meta crítico del último episodio, como una broma o un ajuste de cuentas contra sí mismo, a la manera de un control de daños.

Un recurso que funcionó en las historietas originales, y que She Hulk redobla la apuesta de su capacidad de mirarse el obligo, cual versión animada de Chuck Jones y Tex Avery, lo que nos habla de la generosa licencia poética y cómica que se termina de adoptar en la serie, sin necesidad de tanto tribunal tieso y de juicios que atascan a la acción.

El capítulo final nos entrega lo que demandamos en la serie, que es más furia desatada y barroca, que no disperse al personaje y que la deje enfilar su rumbo.

Capaz She Hulk, como House of the Dragon, ha sido un largo prólogo, que anticipa sí, temporadas más aceitadas y aseguradas en las aventuras de la defensora de héroes.

O de pronto quedará para integrar una nueva fase que está en proceso de latencia y fecundación.

De cualquier modo, la he bancado después de todo y espero por su regreso.

La serie logró, y no es poco mérito, que nos acostumbremos a ella y que disfrutemos con las reflexiones que magníficamente interpreta la actriz Tatiana Gabriele Maslany, la canadiense que con sus 37 años se comunica con nuestras angustias y dilemas, dentro y fuera de la caja de Kevin.