Se dice que la peor de las condiciones humanas es aquella que demuestra falta de reconocimiento a los gestos y acciones que benefician a alguien que no reconoce valor en ello, y hasta paga con moneda opuesta a quien le brindó apoyo; a esto se le conoce como ser desagradecido.
¿Cómo llamar a una nación, un pueblo, un régimen que no solo deja de reconocer a quienes, entre sus entrañas, se han sacrificado total y absolutamente para brindar apoyo y solidaridad a sus compatriotas, a sus conciudadanos, a sus hermanos, sino que los ignora, los castiga y los olvida en una penumbra de miserias?
¿Puede un país ser desagradecido? Esta pregunta retórica ha surgido una y otra vez cuando las noticias dan parte de alguna nueva desgracia que lastima a los venezolanos; desde los neonatos hasta los ancianos, hoy todos sufren algo peor que la total orfandad; sufren de un abandono carente de responsabilidad, de negación; más que desamparado, el pueblo de toda nuestra nación es despreciado por sus actuales gobernantes.
Nunca se remuneró bien a los servidores públicos más esenciales para el bienestar social; por ello, ser maestro no era una carrera digna; por eso mismo, ser bombero o policía quedaba para quienes no encontraban salidas en las profesiones más cotizadas; por eso, ser político era considerado una malandrada.
Llegó lo peor del desprecio social en estas semanas pasadas; a las herederas de Florence Nightingale, a quienes se les debe no solo respeto sino admiración por su tarea de tratar enfermos sin el apoyo de medicinas, ni hospitales, ni instrumentos, ahora se les humilla al ofrecerles un salario mensual equivalente al precio de un café en la barra de un local modesto; pero, para mayor e indiscutible denigrante intención, el gobierno bolivariano ofrece un incremento de paga a sus secuaces militares 52 veces mayor que el de las enfermeras.
No podríamos pretender examinar las consideraciones salariales en una economía desquiciada, pero sí debemos exigir a los gerifaltes rojos un respeto por las personas cuyas profesiones dan y amparan la vida, y no premiar a aquellos que la maltrechan, destruyen y matan.
Ser agradecidos es también ser humanitario; es identificarse con quienes sufren, y no lo contrario, que es generar desgracias y estimular el egoísmo. Cabe preguntar a qué ideología obedece este socialismo del siglo XXI que tan olvidado tiene al ser humano y tan presente el enriquecimiento de los sátrapas gobernantes. Si en algo coincidimos, es en que se necesita un hombre nuevo.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional