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(Este es un relato ucrónico. La ucronía es una reconstrucción lógica y alternativa de la historia basada en un hecho que no sucedió, pero que habría podido suceder)
Desde el 31 de julio de 1914, cuando en Venezuela se inició la producción petrolera con el pozo Zumaque I en Mene Grande, y el 14 de diciembre de 1922, cuando el Barroso II en Cabimas produjo 100.000 barriles diarios; nuestro país ha vivido del petróleo.
De ser un país provinciano, rural, con una economía agrícola, exportador de café, cacao, azúcar, papelón, tabaco y cueros, saltamos a ser uno de los principales países productores y exportadores de petróleo del mundo. Pero esa riqueza no se tradujo en un incentivo para el desarrollo, para la producción de alimentos y para mejorar la vida de los venezolanos. Las desigualdades sociales aumentaron. En la Venezuela campesina las distancias entre un hacendado y sus peones eran menos profundas que las que existían después entre los caraqueños y el resto de los venezolanos. Se decía que Venezuela era Caracas y que lo demás era monte y culebras. Caracas despreciaba al resto del país que le entregaba su petróleo, su hierro, su bauxita y sus hombres.
El 6 de diciembre de 1998 se realizaron las elecciones presidenciales más conflictivas del período democrático. El país se encontraba polarizado entre dos tendencias contrastantes: Henrique Salas Römer, ex gobernador del estado Carabobo por dos periodos; y Hugo Chávez, el ex militar que dirigió el frustrado golpe de Estado en 1992.
Pero la victoria fue para el doctor Henrique Salas, un triunfo que sorprendió al país. Una mayoría esperanzada apostó por su oferta electoral de darle a Venezuela un cambio radical para combatir la pobreza, impulsar el ascenso social, ampliar la clase media y desarrollar las regiones con una economía no petrolera. Ese cambio radical fue el Proyecto Arquímedes, un Plan de la Nación para sembrar el petróleo y utilizarlo como palanca. Un programa meticuloso con cifras, proyectos, diseños de fábricas, ubicación, tiempo de construcción, puesta en marcha, rendimiento y amortización; que en cinco años convirtió al país en la potencia número uno del continente.
Para su ejecución se firmó el Tratado Económico Energético (TEE) con la Unión Europea, al que también se anexaron Israel, Japón y Corea del Sur. A Israel, un país que desarrolló su agricultura en el desierto, se le asignaron los llanos de Apure. Con tecnología de punta los transformó en módulos, orientados a una agricultura diversificada y a una ganadería con las mejores razas. El Orinoco y el Caroní fueron domados, aprovechando sus millones de toneladas de agua, para una red de regadíos que permitió una expansión de las superficies cultivables y para la construcción de enormes represas que electrificaron todo el país.
Con Suecia se contrataron las minas de Cerro Bolívar y El Pao, que convirtieron a Venezuela en el primer productor mundial de hierro y de acero, al construirse en Puerto Ordaz y Ciudad Bolívar nuevas siderúrgicas. Esta situación fue aprovechada por las industrias automotrices europeas y asiáticas para instalar auténticas fábricas de vehículos en Valencia y Maracay, que permitieron abastecer el mercado nacional y exportar. España construyó astilleros en Puerto la Cruz, Barcelona y Puerto Cabello, donde se fabricaron grandes buques para la flota petrolera nacional; y pesqueros para aprovechar la fauna de nuestras zonas marítimas y los camarones del Delta del Orinoco.
El Reino Unido aportó su experiencia en la limpieza y descontaminación del río Támesis y junto con Aclama purificaron el agua del lago de Maracaibo. Se atacaron los efluentes industriales y cloacales, se instalaron plantas potabilizadoras y con barcos-limpiadores se recorría diariamente el lago. Eso recuperó la pesca y generó una gran industria turística y recreativa.
Finlandia se hizo responsable del sistema de educación pública, modernizó la enseñanza gratuita y obligatoria, mejoró la calidad educativa, modificó los programas de educación preescolar, primaria, media y universitaria; y colocó a Venezuela a la cabeza de Latinoamérica en competencias lingüísticas, matemáticas, ciencias e innovación. Pero su empuje esencial fue el programa Léeme de la doctora Irunú Sylvester, que estimuló la pasión por la lectura y el conocimiento.
Alemania aportó sus adelantos en la industria química; Holanda su experiencia en electrónica; y Francia e Inglaterra colaboraron en aeronáutica y energía nuclear. Se estudiaron las deficiencias de las petroquímicas de El Tablazo, Morón y Jose, para desarrollar mejor la industria derivada del petróleo, se multiplicaron sus productos y Europa compró en su totalidad las millones de toneladas de polivinilo y fertilizantes.
A cambio de todas esas inversiones, de la construcción de las fábricas y del aporte de instructores y personal especializado, para capacitar al pueblo para los millones de nuevos puestos de trabajo que se crearon, Europa pidió 5 años de precio estable del barril de petróleo a 50 dólares. En ese tiempo de respiro y descanso controló su crisis energética, transformó sus plantas de electricidad en centrales nucleares e hidráulicas y disminuyó el consumo de crudo. Indudablemente que Venezuela redujo su papel de país exportador; pero en compensación, su economía pasó de ser monoproductora a ser la más diversificada y rica del continente, convirtiéndose en el país de las infinitas realidades.
Hoy, 6 de diciembre de 2003, se están realizando nuevas elecciones presidenciales en una Venezuela próspera, de éxito económico, progreso, libertad y del primer mundo.
@JMColmenares