COLUMNISTA

El secuestro

por Mitzy Capriles de Ledezma Mitzy Capriles de Ledezma

Antonio Ledezma cumplió el pasado sábado 17 de este mes un año de su evasión, al liberarse del cautiverio al cual lo mantuvo sometido injustamente el régimen dictatorial de Nicolás Maduro por más de mil días, al señalarlo con falsas acusaciones de promover actividades conspirativas.

Antonio ha expresado que ni huyó ni se fugó, sino que simplemente se liberó, y esto se explica porque, más que un preso, tenía la condición de secuestrado por instrucciones de Miraflores. Fue el 19 de febrero de 2015 cuando efectivos del Sebin –la siniestra policía política del régimen– encapuchados y fuertemente armados procedieron a su detención con agresivos procedimientos, violentando sus oficinas de la torre Exa en Caracas. Ninguna de las infundadas acusaciones del régimen en su contra pudo ser comprobada y, por tanto, técnicamente se trataba de un secuestro.

El Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la Organización de las Naciones Unidas que analizó este proceso determinó que su caso constituía una detención arbitraria, y que el Estado venezolano estaba en la obligación de ponerlo en libertad. Este requerimiento de la ONU fue desoído, al extremo de que su defensa consignó la opinión en referencia ante diferentes instancias, tales como el Tribunal Supremo de Justicia, Fiscalía General de la República, Defensoría del Pueblo, tribunales del caso, y jamás se recibió respuesta.

Este grupo consiste en un mecanismo creado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en el cual expertos tienen como finalidad la averiguación de casos en los que existan detenciones que puedan atentar contra los principios establecidos por normas internacionales y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En tal sentido, los presos políticos no pueden seguir convirtiéndose en rehenes de una tiranía que utiliza la violencia y nefastos procederes contra las instituciones.

Antonio en el exilio se ha convertido en un peregrino por la libertad y jamás ha decaído en su lucha –que es la lucha de todos– por el restablecimiento en Venezuela del sistema democrático y la plena vigencia de los poderes y las instituciones. Se aviva aún más la esperanza de su indeclinable decisión de intensificar ese trabajo, y prosigue con denuedo esa actividad, sin dar lugar al desánimo, aun a sabiendas de que el camino es harto difícil y muy tortuoso. La fe, la esperanza y la férrea voluntad de proseguir la lucha siguen presentes.

Tenemos la firme y plena convicción de que, más temprano que tarde, Antonio respirará aires de libertad en su amada Venezuela, al igual que millones de compatriotas.