A casi un año de haber impuesto el «presidente obrero» el paquete neoliberal más salvaje de toda la historia del continente, con el que se instituyó el bolívar soberano, podemos afirmar que ha pulverizado todas las políticas de remuneración que en la materia se implementaron desde 1974, durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez.
En aquella oportunidad se decretó un salario mínimo de 450 bolívares que equivalía a 104 dólares. 45 años después, en agosto de 2018, con la conversión al bolívar soberano, se estableció un salario mínimo de 1.800 bolívares que equivalía a un monto de 30 dólares mensuales, convirtiéndose incluso en el salario promedio nacional. Hoy, en julio de 2019, víctima de la inflación alcanza un monto de 40.000 bolívares y la risible cantidad de 5 dólares mensuales.
Cuando nos asombrábamos que en países del África Central o Haití ganaban 1 o 2 dólares diarios en el umbral de la pobreza extrema, hoy perciben una remuneración mayor a la nuestra, ya que nuestro salario mínimo nacional representa 0,16 centavos diarios de la divisa norteamericana.
Esta cruenta realidad ha determinado que, según estadísticas de consultoras reconocidas y de universidades nacionales, más de 90% de la población sea calificada en estado de pobreza y 65% de ella en pobreza extrema, en resumen, que la mayoría come una vez al día y de la basura en muchas ocasiones.
La respuesta del obrero mandatario nacional convertido en el Atila de los trabajadores es anunciar que ha logrado detener la hiperinflaciòn, por supuesto, a costa de tener la mano de obra mas barata del planeta. Ni los chinos cuyos salarios mínimos rondan los 200 dólares por mes, ni los cubanos que lo aumentaron recientemente a 40 dólares mensuales, someten a los niveles de precarizaciòn laboral que sufren los trabajadores venezolanos.
Es irónico que se haya olvidado del nivel de depreciación actual del salario mínimo, abandonado al libre mercado, con la particularidad de que a los trabajadores del sector público los someten a tabuladores miserables que oscilan en su mayoría entre 5 y 12 dólares mensuales. Entretanto, ante la indiferencia y negligencia del Poder Ejecutivo, los empleadores privados han decidido remunerar incluso hasta 10 y 15 veces por encima del actual salario mínimo, con montos que varían entre 400.000 bolívares y el millón de bolívares.
Incluso empresas transnacionales pagan a sus trabajadores salarios mixtos en bolívares soberanos, cesta de comida y moneda norteamericana. Se da el caso de una petrolera que paga por contrato colectivo más de 300 dólares mensuales en cestaticket, lo que ocasionó la ira del voluminoso presidente de la Central Sindical Bolivariana -llamado por los trabajadores petroleros «el mecate de oro del Ejecutivo Nacional»-, quien denunciara a la empresa por «tergiversar» el contrato colectivo del sector de hidrocarburos.
Esta palpable situación ha ridiculizado al extremo el salario mínimo y lo ha conminado a su muerte definitiva al no tener signficaciòn alguna para el poder adquisitivo del trabajador, pues irónicamente desde la usurpada presidencia de la República le han cantado un responso a una conquista de los trabajadores venezolanos.