La confrontación entre un artículo aparecido en estos días en el ABC de España y otro, aún más reciente, en El Nacional pone en evidencia el abismo entre un mundo que camina hacia adelante y otro marcado por el retroceso.
El trabajo periodístico del ABC habla de la tecnología como la mayor revolución que ha debido enfrentar la humanidad. Se trata de novedades como el Internet de las cosas, la robótica, la inteligencia artificial, la biotecnología, la computación cuántica, la realidad aumentada y virtual, la impresión en 3D, los coches autónomos, los drones, los asistentes virtuales. La revolución tecnológica servirá a la salud, a la agricultura, a la industria, el comercio, la movilización, la comunicación, la vida diaria. La velocidad a la que se expanden los nuevos inventos aumenta de manera exponencial. Pokemon Go, por ejemplo, tardó solo 25 días para llegar a 100 millones de hogares mientras que Facebook necesitó 5 años y el teléfono 65. Hoy existen en el mundo el doble de dispositivos móviles que habitantes y, aunque todavía 3.900 millones de personas carecen de acceso a Internet, 7 de cada 10 entre el 20% de los más pobres poseen un teléfono móvil.
El contraste viene de mano del periodista Reyes Theis cuando traza el cuadro de atraso en materia de conectividad, uno solo de los factores en los que se manifiesta el rezago tecnológico, pero tan importante por lo que significa para la posibilidad de acceder a las innovaciones y a la información, y por sus consecuencias en la vida diaria de las personas y en la competitividad y crecimiento del país. Cita Theis un estudio del Instituto Prensa y Sociedad según el cual mientras la velocidad de navegación en Internet en América Latina y el Caribe para 2016 era de 5,3 megabites por segundo y mejoró a 5,6 en 2017, en Venezuela se redujo de 1,9 a 1,3 Mbps en enero y febrero de 2018. Cita también el reporte de 2017 de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones, agencia de la ONU especializada en tecnologías de la comunicación y la información. En el porcentaje de hogares con computadoras con conexiones a Internet y suscriptores de telefonía móvil Venezuela ocupa el puesto número 17 entre 35 países de la región, superada por naciones como Trinidad y Tobago, Grenada, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas. En el ámbito mundial, de 176 países, en 2017 pasó del puesto 82 que había ocupado el año anterior al 86, y redujo el índice de desarrollo de las TIC de 5,22 a 5,17 puntos.
Frente a los cambios en nuestra vida y en el mundo del trabajo estimulados por las nuevas tecnologías no cabe duda de que el mayor provecho vendrá para los países que sepan entender las oportunidades y tomarlas para beneficio de la gente y de la economía. Como lo demuestran todos los estudios sobre el tema, la productividad se ha acelerado en aquellos que han apostado por los procesos y las tecnologías más eficientes. Y eso será así cada vez más en un mundo en el que la competitividad se mide por el conocimiento, la innovación y el desarrollo tecnológico.
Visto el cuadro, cabe preguntarse sobre qué va a pasar cuando Venezuela emprenda el esperado proceso de recuperación. ¿Vamos a superar el atraso y el aislamiento tecnológico? ¿Vamos a brincar para ponernos nuevamente en la frontera de las comunicaciones? Venezuela se ha caracterizado por ser un país curioso tecnológicamente, no exactamente un productor de tecnología e innovaciones pero sí un “early adopter”, un pionero en el uso de las redes. Es parte de una cultura marcada por la curiosidad y la novedad. Es también el resultado del contagio con otras culturas y de una actitud abierta al mundo.
Para la recuperación no será, desde luego, suficiente con esa curiosidad ni con la habilidad para la subsistencia potenciada en tiempos de crisis. Al contrario, será preciso activar la mayor capacidad para crear e innovar, para ponerse en la primera línea en el campo en que se decide el crecimiento. Y será preciso contar con el aporte de quienes han tenido que alejarse del país pero, en esa experiencia, han constatado la importancia de la innovación tecnológica y la han incorporado a su formación.
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