COLUMNISTA

Retruques de lado y lado

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

Ya el desafío no se circunscribe solo a aranceles al hierro y al acero.

La “guerra buena y fácil de ganar”, calificada así por Donald Trump, ahora abarcaría un conjunto de otros productos susceptibles de impactar frontalmente otras importaciones chinas. La argumentación ha también cambiado de tono en este comienzo de hostilidades entre los dos mayores gigantes económicos del mundo.

Estados Unidos no deja de tener razón en aquello de desear corregir un déficit comercial bilateral que lo afecta en sus relaciones con su contraparte china y que, a esta hora, alcanzan 375.000 millones de dólares, robándole, según afirma el presidente, los puestos de trabajo a millones de norteamericanos. Si la razón es válida, los medios quizá no lo son, ni el estilo, ni la estrategia tampoco.

Pero pensemos por un instante que Estados Unidos está lleno de expertos en estas materias internacionales y que si la primera potencia está mostrando los dientes a Xi, deben tener calibrada la reacción que frente a este desafío van a adoptar los asiáticos, quienes, también lo sabemos, no dan puntada sin dedal.

Cuando Xi ordenó, por su lado, imponer aranceles sobre las importaciones estadounidenses por un valor de 3.000 millones de dólares, sabía que pisaba un callo doloroso que abarca productos de no poca relevancia para sus socios norteamericanos: carne de cerdo, acero, frutas y vino están dentro del paquete de penalización de retruque.  Pero tampoco en este caso estamos frente a hechos cumplidos sino a amenazas. Estas están yendo tan lejos como armar una lista de 128 productos que recibirían restricciones a su ingreso a suelo chino. Suena voluminoso, pero en el fondo la penalización alcanza a solo 2% del total de las exportaciones estadounidenses a China, que alcanzaron 154.000 millones de dólares el año pasado.  

Ocurre que al reaccionar las bolsas como lo han hecho en los días pasados, es inevitable pensar que lo que indefectiblemente se aproxima es una guerra sin cuartel. Pero todo este retruque de sanciones impuestas con altavoces entre estos dos países ligados por un comercio en extremo dinámico, pero claramente desfasado a favor de China, no es, en opinión de muchos expertos, sino el preludio de una serie de negociaciones que tarde o temprano van a ocurrir y que cubrirán aspectos más esenciales de sus relaciones mutuas.

Ni las medidas de un lado ni las del otro harán tambalear la economía del destinatario, pero sí trabajan a favor de inducir a los dos lados a sentarse a dirimir las grandes diferencias en el área de sus relaciones externas.

China es quien en este terreno de sus relaciones comerciales con Estados Unidos tendría una carta ganadora si lo importante fuera ganar la batalla a cualquier precio y ello es harto conocido del representante de Comercio. Una represalia arancelaria en contra de la soja importada desde Norteamérica pudiera generar desacomodos de gran calibre –estos sí– por lo grueso de las cifras involucradas. El año pasado los estados que fueron el principal soporte electoral del señor Trump enviaron a China 12.400 millardos de dólares de esta leguminosa.   

Pareciera más bien que en esta etapa los dos grandes países de las ligas mundiales provocan cada uno al otro en un tour de force que pudiera terminar mal de no saber detenerse a tiempo, pero ello no sería conveniente ni para uno ni para el otro lado.