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Retazos XII

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La semana anterior concluyó con diversos acontecimientos nefastos. Indicadores y ratificadores de la terrible situación venezolana. Son de variable índole, pero forman parte de una fina estrategia cimentada a golpetazos de arbitrariedad en el último decenio con la única finalidad de hacer expedita y viable la consolidación del totalitarismo.

DGSIM. Es comúnmente aceptado que en las fuerzas armadas de cualquier país exista un servicio de inteligencia o contrainteligencia militar. En la época de la penúltima dictadura castrense se le denominaba SIFA o Segunda Sección del Estado Mayor. Estaba a cargo de oficiales activos y desempeñaron a cabalidad sus funciones represivas. Lo que en aquel entonces no hizo la dictadura que gobernaba en nombre de la FAN; fue la de emplear como torturadores de primera línea a elementos activos que conformaban la oficialidad y sub oficialidad. La infame y criminal tarea la delegaban en los torturadores del llamado “gang de la muerte” de quienes formaban parte de la Seguridad Nacional dirigida por Pedro Estrada. Cuando los jefes milicos de aquel entonces decidieron matar a dos oficiales activos, lo hicieron con elementos civiles pertenecientes y dependientes del Ministerio de Relaciones Interiores; producto de una especie de complejo institucional. En uno de ellos (capitán Wilfrido Omaña) designaron a un suboficial del SIFA para que acompañara a los civiles, quienes acompañaron al infame delator (un teniente activo del Ejército) que fueron los que perpetraron el vil asesinato. Es decir, la labor sucia,  se la dejaron a los sicarios civiles de la policía política.

Con estupor y asombro Venezuela y el mundo pudieron ver a un imberbe primer teniente de la fuerza aérea uniformado, luciendo su única estrella, rindiendo testimonio  directo y documentado de todas las torturas y demás delitos infligidos a oficiales activos como él en contra de oficiales también activos. De igual modo circulan por las web fotografías con nombre y apellidos de diversos oficiales pertenecientes al Ejército, Armada y Guardia Nacional. Esta caterva de hampones de la peor calaña son egresados eméritos de las cuatro academias que forman a los oficiales de la Fuerza Armada Venezolana. Los videos de un coronel amarrado de manos en la espalda, vendado y en el suelo es prueba de la felonía sin parangón alguno. Un capitán negándose a ingerir alimentos por la secuela de los desmanes cometidos en contra suya, mostrando el envase contentivo de orina con sangre es aleccionador. Demás está decir que este seudo bagaje académico (con rango universitario) formativo, intelectual y ético provenientes de las cuatro academias de la autodenominada FANB están (mal)“formando” a potenciales milicos delincuentes, carentes de consciencia ciudadana y republicana. Putrefacta doctrina que han aprehendido a través de la peculiar y novísima doctrina represiva implementada por el ejército cubano que mangonea y carajea sin límite alguno a la oficialidad venezolana.

MAGNICIDIO. En Venezuela resulta un lugar común hablar de los intentos recurrentes de atentar contra la vida del presidente de la república. Ni Stalin, Hitler, Mussolini, Pinochet, Anastasio Somoza, Marcos Pérez Jiménez y Rafael Leónidas Trujillo fueron objeto de reiterados atentados. Al paso que vamos superaremos a los intentos perpetrados en contra de Fidel Castro.

El falaz ritornelo hubimos de constatarlo recientemente con la detención arbitraria del jefe de secretaría del presidente (i) Juan Guaidó, Roberto Marrero y de su chofer. Previo secuestro de tres horas de un diputado a la Asamblea Nacional con la anuencia inaudita y complaciente de los dos fiscales del Ministerio Público participantes en la felonía. ¡Mismo procedimiento, idéntico estilo! Una orden judicial emanada por una juez prevaricadora. Presencia alcahueta de dos fiscales del Ministerio Público. Despliegue policial desproporcionado. “Siembra” de armas (un fusil y una granada. Le faltó un cortaúñas que puede ser utilizado como estilete) destinadas a la desaparición del usurpador. Acto de oscuridad absoluta entre “gallos y medianoche”. Lectura del parte oficial emanado por el milico de mirada torva y evasiva que dirige el mal llamado Ministerio del Interior y de Justicia.

Los compatriotas y extranjeros que habitamos la nación no nos “chupamos el dedo”. A todos se nos esboza una sonrisa socarrona ante el nuevo sainete que se encuentra en pleno desarrollo. Sin embargo, es menester hacer notar que esta provocación está dirigida (más que a Guaidó) al presidente Donald Trump. Se trata de pulsar la reacción de este ante las bravuconadas maduristas. Por ahora (de manera instantánea) se produjo una nueva sanción restrictiva  de índole económico-política, (Bandes, Banco de Venezuela etc.) que ejerce más presión en contra del agonizante régimen. ¡Por aquello de que todas las opciones están sobre la mesa! Según Trump…

El desenlace de la tragedia venezolana está a la vuelta de la esquina. En el ínterin, numerosos politólogos, estrategos, opinadores, médiums, practicantes de cartomancia, astrólogos etc., continúan haciendo sin número de pronósticos. Se trata de la crónica de una muerte (del régimen) anunciada.

VARGAS. Nuestra historia republicana ha estado signada bajo un enfrentamiento entre la civilidad y los cuarteleros. El primer presidente civil -luego de la Cosiata- el eminente médico, patriota y republicano, doctor José María Vargas, hubo de enfrentarse contra lo peor de la milicia independentista emergente. Su aleve agresor fue el teniente coronel Pedro Carujo. Digo peor, porque Carujo intentó asesinar a Simón Bolívar el 25 de septiembre de 1828. Mató con un sablazo y un balazo a su edecán Guillermo Fergunson. Paradójicamente, el Libertador había designado a Carujo para presidir la Escuela Militar que se fundó en Bogotá en aquel año. De igual modo, por inexplicables acciones ocasionales y subsidiarias; en la conjura fallida contra el presidente constitucional de 1835, estuvo íntimamente coludido con el oficial Andrés Ibarra. Edecán y pariente de Bolívar en el fatídico hecho septembrino donde le quedó como huella imborrable un brazo mutilado. El colofón de aquella triste “aventura” fue la muerte del jefe de la conjura como consecuencia de heridas en combate con motivo a su detención luego de la cruenta derrota milica. También había sido condenado a muerte este mismo año por el tribunal correspondiente. De la primera sentencia se había salvado producto de los inefables indultos colectivos tan en boga siempre dañinos por las consecuencias ulteriores.

     Parece que el espíritu de Pedro Carujo ronda de manera permanente en nuestro país. Pareciera que no merece el “descanso eterno”. En marzo de 2019 un redivivo chafarote milico, egresado de la Academia Militar, culpable de la muerte culposa de un cadete en una marcha forzada de       entrenamiento. “Culillúo” de excepción. (Dejó “con los crespos hechos” a Chávez en dos ocasiones). Mangoneador en ejercicio del Estado Vargas se le ha ocurrido la brillantísima idea -producto de inaudito desconocimiento global reforzado por pertinaz embriaguez etílica- de proponer el cambio de nombre del estado Vargas por el de estado La Guaira. Su único argumento es que la gente cuando se dispone a ir a dicha entidad dice “vamos pa La Guaira”. Ante tan sesuda e irrebatible argumentación veremos en los próximos días el formal cambio de nombre avalado por un írrito y obsecuente poder legislativo regional. Ya no se trata de la irrupción recurrente en Venezuela de nuevos carujos. Ahora se trata, simplemente, de la irrupción de nuevos carajos.

La semana que comienza está signada por acontecimientos que tienen que ver con los tres tópicos tratados en el escrito. En el ínterin continuamos en espera de lo indetenible. Bien sea con, o sin participación popular proactiva.

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https://jravendanotimaurycheye.wordpress.com

@CheyeJR

                       

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