“Duermo poco, tengo pesadillas, me levanto desarmado, asomo por el balcón y alguien está apuntándome con un fusil que logró adquirir con mi dinero”
La nación venezolana no está todavía muerta, a pesar de haber sido herida de gravedad por un grupo forajido que se apropió de instituciones y tesoros públicos. Es admirable la resistencia de un pueblo (metodológica e ininterrumpidamente) sometido a penurias, tratos infames y crueles, sin acceso a informaciones que no sean las falsas para adoctrinamiento difundidas en medios de comunicación intervenidos por terroristas. Nos han hecho tanto (e irreparable) daño que la república deberá ser reconstruida durante años, y los ciudadanos reeducados para convivir sin tomar ventajas unos de otros.
Nos inflige una cúpula asesina cívico-militarista, pero también quienes acaparan y revenden productos imprescindibles. Igual los propietarios de vehículos para el transporte que maltratan a usuarios, obligándonos a pagar lo que se les antoja. Vivir sin amparo de leyes es un desafío salvaje, retroceso social, primitivismo. Resistimos esquivándonos, porque ser fraterno o solidario te convierte en una persona vulnerable y estúpida.
La violencia asoma cada instante, en cualquier parte: es verbal, física, psicológica y comercial. En centros de movilidad (como terminales de autobuses, subterráneos, metrocables y mercados) exudan la maldad gestual, el ultraje oral, los arrebatos agresivos. Si buscas trato afable estás fuera de la realidad venezolana. Debes mirar –cauto– a quienes manipulan tus instrumentos de pago. Examinar lo que te han vendido, olerlo, palpar el producto. Comprobar que tus tarjetas no han sido cambiadas.
A los venezolanos los enseñan a convertirse en peores enemigos de venezolanos, con el propósito de dispersarnos emocionalmente. Nuestra civilizada aproximación al prójimo es atrevimiento, aventura, acto corajudo. Fenomenología que procede a la urdimbre de muchos años de intimidación, disminuirnos, abatir la moral individual y colectiva. Los violentos saben que tu resistencia es pacífica, y se aprovechan de ello. Se prolongan violadores cabalgándote la pasividad, esa que ya luce de imbécil. La sumisión no garantiza a nadie la supervivencia.
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