Tiger Woods, la leyenda del golf, ha vuelto a ganar el Masters de Augusta, a los 43 años de edad. Los expertos creen que se trata del «regreso más increíble jamás visto en el deporte mundial». Después de intervenciones quirúrgicas, problemas familiares y un accidente, el norteamericano ha vuelto por la puerta grande.
Hay quienes creen que las oportunidades terminan con el paso del tiempo. O que las adversidades coyunturales son definitivas para la vida personal y profesional de los seres humanos. A los primeros, siempre les recuerdo el dictamen de la psicóloga chilena Pilar Sordo: solo empezamos a envejecer cuando los recuerdos se imponen a los proyectos. A los segundos, que la felicidad y el éxito no implican un escenario sin problemas ni contratiempos. La felicidad es precisamente saber gestionar los altibajos de la vida, disfrutar el camino, seguir adelante y compartir.
Un estudio de la Universidad de Granada (España) no encontró diferencias estadísticamente significativas entre resiliencia y edad, pero sí pudo establecer que los deportistas entrados en años son más resilientes, debido a una mayor experiencia frente a la adversidad.
Seguramente muchos pensaron que Tiger no volvería a la cima del golf mundial, que su excelente carrera ya era suficiente y que debía conformarse. Pero, también seguramente, él miró hacia dentro y halló respuestas que nadie más podía escuchar.
«No hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba», decía el filósofo Séneca.
Hoy muchos alaban al futbolista argentino Lionel Messi, pero ¿cuántos conocen la dura batalla para elevar su estatura? A los 13 años era más pequeño de lo habitual en un jugador, por lo que tuvo que someterse a un largo tratamiento médico. El éxito de Messi es una historia de resiliencia, constancia, talento y pasión.
El deporte nos ofrece innumerables casos de gestión de la adversidad, pero en todas partes hay muestras elocuentes, incluso en nuestra propia vida y entorno.
Por ejemplo, resiliencia y perseverancia frente a los golpes continuos —y muchas veces devastadores— es lo que se espera hoy de los franceses y europeos. La catedral de Notre Dame de París, un símbolo de la cultura universal, ha sido cruelmente afectada por el fuego. Sin embargo, estoy seguro de que, con la ayuda de todos, volverá a levantarse.
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