Una historia del cine contemporáneo se escribe en las salas de Imax, no del todo apreciadas por los colegas de la crítica y la academia. A menudo, el formato panorámico de exhibición se toma como un simple artilugio técnico, cuando en realidad marca y define el impacto de un filme.
James Cameron y Robert Rodríguez unieron sus enormes talentos para producir uno de los prodigios audiovisuales del año, Alita, proyectada en salas de Imax, alrededor del globo, menos en Venezuela por cuestiones que responden a las especificidades de nuestro mercado de la crisis.
Entiendo que hubo un intento por montar una sala de Imax en el país, pero que las condiciones no se dieron para que ello ocurriera. En el futuro, esperamos contar con una sala Imax para disfrutar de eventos cinematográficos como Alita, basada en el animé japonés del mismo nombre.
Tuve la suerte de verla en un viaje reciente a Miami, donde pude admirar el acabado plástico y narrativo de la película, que se ha ubicado en el primer lugar de taquilla, desplazando a la segunda parte de Lego: The Movie. 94 millones de dólares ha recaudado durante su estreno planetario, sin contar con el ingreso inminente a las pantallas de China. Ahí seguramente se terminará de rentabilizar el monto de la inversión, calculado en 170 millones de dólares.
La cinta, por tanto, aspira a conquistar la demanda o el target de los consumidores de blockbusters, quienes actualmente migran hacia otras plataformas de streaming y redes sociales. La industria debe adaptarse al contexto o morir en el intento ante el influjo poderoso de Netflix, Instagram y Youtube.
En efecto, he constatado una baja sensible en la asistencia a los Multiplex de Florida, lo cual también se palpa en Caracas, por razones que obedecen a la depresión en nuestro caso. Aun así, no es descabellada la teoría que indica que el año 2019 cambiará la estructura del negocio por completo, como sucedió en 1929 con el crack de la bolsa y en la posguerra a consecuencia del establecimiento de la televisión.
Al respecto, estimo que las ambiciones creativas y financieras de Alita resumen la mentalidad de sus dos autores en el marco de las guerras de la imagen, de las famosas Movie Wars, que se libran hoy entre Hollywood y su competencia de las descargas online, que acaban nutriendo a los servidores piratas.
La compañía Fox respalda al proyecto desde su gestación en las cabezas inquietas de los monstruosos y geniales realizadores del largometraje. Alita parece una secuela de Avatar ejecutada por la mejor faceta del director de Sin City. Las cuatro manos redactan una trama que recicla las ideas clónicas y distópicas de ambos cultores del caos postapocalíptico.
Volvemos a un espacio retrofuturista, en modo Max Max y Wall-E, en el que un doctor recupera a una niña robot de un vertedero de escombros y basura. Una declaración de principios en favor de los criterios del ciberhumanismo feminista. El aura romántica del guion revisa los argumentos de Frankenstein y Pinocho, añadiéndoles el espíritu rebelde e indómito de los chicos que resisten al margen del sistema.
Alita, la protagonista, enfrenta a una metáfora de los regímenes y las hegemonías del presente, pobladas de bandidos, tiranos y forajidos como del medio oeste.
El casting se beneficia de las actuaciones superlativas de Christoph Waltz y Mahershala Alí, que rompe con su tradicional molde afroamericano de la corrección política. Aquí hace el papel de un villano frío y manipulador que, por sus lentes y chaquetas, luce como un mercenario anarco-punk de Blade Runner.
La propuesta hacker del plot se cuela por cada una de sus magníficas secuencias de acción, que escalan la realidad fantástica y gótica de las escenas vertiginosas de The Matrix. El carrusel digital de la pieza constituye su principal mérito artístico, al conducir al público por un trepidante espectáculo de corte inmersivo.
Robert Rodríguez ha rodado una de sus obras maestras, filtrando la identidad chicana en los paisajes de explotación gore de la película. Alita recupera su brío y su fuerza expresiva para los jóvenes que crecieron en el milenio. Los padres y representantes se reencontrarán con un viejo conocido que transformó, con Tarantino, las reglas del juego en los noventa.
Si a ello sumamos la participación del visionario James Cameron, estamos en presencia de una película feliz y lograda, a pesar de su impresionante descarga de pesimismo. Filme sobre la educación de los últimos adolescentes y de sus ansias de libertad. Por ende, una forma proactiva de superar múltiples escollos.
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