Pasamos mucho tiempo de nuestras vidas en el trabajo, junto a otros compañeros, jefes y clientes. A veces tenemos la sensación de que nuestras relaciones laborales son más una tortura que una celebración.
El mundo laboral es conocido por sus conflictos, derivados de la interacción entre los seres humanos. ¿Hacemos algo por evitarlo? Por lo menos sabemos qué sucede, ahora faltan las soluciones. Una encuesta entre más de 1.400 ejecutivos y empleados, realizada por la compañía Fierce Inc., asegura que 99% prefiere un lugar de trabajo donde los compañeros debatan las cuestiones con veracidad.
Según la misma investigación, 70% cree que la falta de franqueza afecta a la capacidad de la empresa para funcionar de manera óptima. Y es que cuando los empleados son apoyados para decir la verdad, sin repercusiones, los pequeños problemas se pueden identificar desde el principio y los gerentes obtienen la información necesaria para tomar decisiones óptimas. Esta situación se puede extrapolar del mismo modo a cualquier aspecto de nuestras vidas.
Otro estudio, realizado por la Corporate Executive Board, reveló que las compañías que alientan la retroalimentación sincera y promueven la comunicación abierta, obtienen un beneficio superior a 270% en 10 años.
En la industria de la aviación, por ejemplo, existe la denominada «cultura justa» para facilitar el intercambio de información entre jefes y empleados. Pero, ¿qué es exactamente la cultura justa, en un sector donde lo primero es la seguridad?
Según Eurocontroles, una filosofía de trabajo en la que «no se castiga» a los empleados por sus «acciones, omisiones o decisiones», si estas son acordes con la experiencia y la capacitación del personal. Lo que sí no tolera la cultura justa es la «negligencia grave, las infracciones intencionadas o los actos destructivos».
Dale Carnegie, escritor y empresario norteamericano, aseguraba: «Todos anhelamos aprecio y reconocimiento, y podríamos hacer casi cualquier cosa por lograrlo. Sin embargo, nadie quiere mentiras ni adulación». Es evidente que la honestidad, el debate educado, la empatía y el respeto por las ideas ajenas son elementos indispensables para la armonía en cualquier grupo humano.
Todos deberíamos promover la «cultura justa» como filosofía de vida, sea en el centro de trabajo o en el hogar. El secretismo, las conspiraciones, las represalias injustificadas y el miedo a expresar las ideas constituyen un freno para el crecimiento.
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