La semana pasada fue publicado el informe del alto comisionado para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas referente a la situación venezolana. El informe de marras es abiertamente crítico y condenatorio de la gestión del Estado en esa materia. En el mismo se diagnostica como muy grave lo que ocurre. El alto comisionado destaca varias situaciones que establecen claramente el retroceso experimentado por Venezuela en varios índices civilizatorios y sociales. En particular se relieva que 87% de los venezolanos son pobres, 61,2% están en situación de pobreza extrema y que no hay Estado de Derecho ni se observa voluntad política ni capacidad de quienes gobiernan para revertir esa situación. También se constata una situación creciente de violación de los derechos humanos y una correlativa impunidad de quienes cometen tales transgresiones.
El día lunes de la semana en curso, la Unión Europea decidió sancionar a los funcionarios estatales responsables de los fraudulentos comicios presidenciales del 20 de mayo pasado.
La comunidad internacional no cesa en repudiar y condenar a la dictadura chavista y de exigir la vuelta al imperio de la Constitución vigente.
Transcurrido poco más de un mes desde el 20 de mayo, es evidente que el régimen no muestra ninguna intención de rectificación en su objetivo de convertir a Venezuela en una nueva versión de la Cuba castrista.
Ante los graves problemas de todo tipo padecidos por la ciudadanía, el oficialismo actúa como si no estuviese pasando nada e insiste tercamente en aplicar las mismas políticas públicas responsables de la crisis.
El oficialismo, consciente de que su aislamiento internacional y el rechazo nacional se incrementarán, ha decidido cerrar filas para aguantar la presión y llevar adelante su objetivo central y único de perpetuarse en el poder.
La decisión de colocar a Diosdado Cabello en la presidencia de la constituyente y reorganizar el gabinete ministerial de la forma realizada obedece a la necesidad de unidad interna para resistir y capear el temporal en progreso. Esos movimientos ratifican que el chavismo decidió huir hacia delante.
Esa actitud irresponsable y contraria a los intereses de la mayoría del país supondrá un aumento radical del deterioro de la calidad de vida de la ciudadanía.
Ante este panorama los venezolanos estamos obligados a reaccionar para impedir el avance de los siniestros designios de la oligarquía roja.
A estas alturas uno se pregunta hasta cuándo la dirigencia democrática va a esperar para acordarse alrededor de una política y una estrategia común para abrirle paso al cambio político necesario; la presión internacional no basta por sí sola, debe ser acompañada por una enorme movilización nacional. La fortaleza que exhibe el régimen es directamente proporcional a la ausencia de un frente nacional sólido, coherente y representativo de la inmensa mayoría social opuesta al oficialismo.
Se trata, en definitiva, de reinventar la resistencia contra el régimen usando todas las formas de la lucha cívica y pacífica que aconsejen y permitan las circunstancias.