COLUMNISTA

La realidad de las remesas

por Luis Oliveros B. Luis Oliveros B.

Las remesas son el dinero que emigrantes envían a sus familiares y amigos a su país de origen, para ayudarlos a subsistir, comprar alimentos, medicinas, etc. En Venezuela se han puesto de moda, debido básicamente a dos factores: la cantidad de venezolanos que se han ido del país (número que crece diariamente), el aumento de la frecuencia de los envíos (sobre todo cuando la tasa de inflación es mayor a la de la depreciación del bolívar) y, obviamente, la fuerte crisis económica que padecemos. Aunque en el país no haya infraestructura para las remesas (control de cambio, etc.), estas existen. En la actualidad miles de familias venezolanas dependen de esa ayuda.

Sin lugar a dudas, las remesas son importantes en muchos lugares del mundo. Según el FMI estamos hablando de más de 400.000 millones de dólares en 2017 (por ejemplo, el Líbano recibe unos 1.500 dólares per cápita, más que cualquier otro país en el mundo). No solo aumentan los ingresos en divisas que percibe una nación, sino que mejora la calidad de vida de quienes las reciben, ya que sin ellas dependerían de salarios mínimos o trabajos mal remunerados.

Según cifras del Banco Mundial, para 2017 en Haití las remesas representaron 34% del PIB; en El Salvador, Honduras y Jamaica significaron 17% del PIB en promedio, y en Nicaragua y Guatemala, cerca de 10%. En Suramérica podríamos hablar de un promedio de 2% del PIB si revisamos Colombia, Bolivia, Paraguay y Perú. Aunque el monto promedio remitido tiende a variar entre países, pudiéramos hablar de una cifra cercana a los 300 dólares en Centroamérica y como 260 dólares en Suramérica.

Sin embargo, no todo es maravilloso con las remesas. Recientemente el FMI, de la mano de Ralph Chami, Ekkehard Ernst, Connel Fullenkamp y Anne Oekingen, publicó un artículo titulado “¿Son una trampa las remesas?”, donde los autores se dieron a la tarea de analizar los efectos de las remesas en el crecimiento económico de los países receptores. Encontraron que “ninguno de los 10 países con las mayores entradas de remesas en relación con su PIB (como Honduras, Jamaica, la República Kirguisa, Nepal y Tonga) tiene un crecimiento del PIB per cápita superior al de otros países similares en su misma región”. Los autores concluyen que las remesas pueden representar una trampa para los países receptores básicamente por tres razones: efecto parecido a la enfermedad holandesa, incentivos a la emigración y promover menos rendición de cuentas en la gestión gubernamental.

Según el artículo, distintos estudios arrojaron que el efecto de las remesas en la economía podría compararse con el de la enfermedad holandesa. Según ellos, “las remesas se gastan principalmente en consumo de los hogares, lo que hace que la demanda de todos los bienes de una economía aumente a medida que las remesas crecen. Esto ejerce presión al alza sobre los precios. La avalancha de divisas, junto con mayores precios, hace que las exportaciones sean menos competitivas, lo que da origen a una caída en la producción”. Por otra parte, “el efecto de las remesas sobre los incentivos a trabajar empeora este problema al aumentar el salario de reserva (es decir, el salario más bajo que un trabajador está dispuesto a aceptar para un tipo de trabajo determinado). A medida que aumentan las remesas, los trabajadores dejan la fuerza laboral, y el consiguiente incremento en los salarios ejerce más presión al alza sobre los precios, lo que reduce más la competitividad de las exportaciones”.

En cuanto a la emigración, en el artículo se concluye “que la trampa que representan las remesas parece radicar en el uso de esos ingresos para preparar a los jóvenes para emigrar, en lugar de invertir en emprendimientos en el país. Los países que reciben remesas pueden llegar a depender de la exportación de mano de obra en lugar de la exportación de materias primas producidas con esa mano de obra”.

Con respecto a la gestión gubernamental, los autores destacan que “las familias que reciben remesas están más protegidas de los shocks económicos y menos motivadas a exigir cambios por parte del gobierno; a su vez, los gobiernos se sienten menos obligados a rendir cuentas ante la ciudadanía”. Los gobiernos verían con muy buenos ojos incentivar las remesas porque no solo aumenta los ingresos en divisas y les permite recaudar más impuestos, sino también porque disminuiría la presión de la sociedad para que rindan cuentas. Los autores afirman que los gobiernos de esos países receptores de remesas podrían caer en la trampa de promover la emigración y con ello la entrada de remesas, ya que sin duda “les facilita su trabajo”.

En Venezuela no está claro el número que se recibe de remesas, se habla que tal vez este año lleguen a 3% del PIB, pero las posibilidades de aumentar son inmensas. El gobierno las ve con muy buenos ojos, no solo porque les disminuye en cierto sentido la presión social, sino que quiere centralizar su entrada para “meterle mano” a ese ingreso en divisas. ¿Podemos pensar que será una trampa para el país? Sin duda, ¿podemos esperar que el gobierno tome cartas en el asunto y adopte políticas encaminadas a disminuir sus efectos negativos? No.