No han pasado tantos años desde que en Venezuela vimos cómo la confabulación e inquina de los adversarios políticos y enemigos personales lograron, bajo un manto institucional, la renuncia anticipada del entonces presidente constitucional Carlos Andrés Pérez. Pronunciaba en su renuncia algunas frases que se nos grabaron, como su conclusión. “Hubiese preferido otra muerte…”; claro que se refería a su muerte política y no a otra, pues sabía que a partir de ese evento su nombre en lugar de aparecer en nuestra historia como el gran transformador social que fue, no tendría el sitio apropiado que realmente merecía.
En España ha sucedido algo que nos ha recordado la lectura de esa maravillosa obra periodística de Mirtha Rivero La rebelión de los náufragos. Esa obra que, gracias a una investigación profunda, nos permite conocer en muchos detalles eventos y motivaciones para distinguir mitos de las verdades y reflexionar sobre nuestra condición republicana, como ella misma lo plantea:
¿Podemos sentirnos ciudadanos de un Estado de Derecho capaz de poner en funcionamiento la totalidad del engranaje institucional de la democracia precisamente para desmontarla?, pregunta que hoy se hacen muchos españoles y se angustian ante la respuesta ignota.
Pérez dejó un país mucho mejor del que recibió y ciertamente muchísimo mejor que los que le siguieron, pero los pueblos no tienen tiempo para analizar, los pueblos por lo general oyen y se embelesan con cantos de sirena.
El presidente Rajoy más de una vez dijo con respecto a nuestro país: “Solo deseo para Venezuela lo mismo que para España”. Esos deseos eran su nunca bien reconocido legado de un gobierno que heredaba de manos del presidente socialista Rodríguez Zapatero, quien entregaba un país en quiebra técnica, en una crisis económica y de confianza no vista desde los años de la terrible Guerra Civil.
Rajoy evitó a España el rescate por la Unión Europea, que hubiese significado un estricto sometimiento que roza en la pérdida de la soberanía. No solo frenó el rescate, deja un país creciendo al ritmo más alto de Europa, un nivel de desempleo similar al de los años anteriores a la crisis, además de un cortafuegos para evitar el incendio de la separación territorial.
Después de cuarenta años en política, catorce al frente de su partido y siete en la jefatura del gobierno español, Rajoy se retira generosamente, le deja libre el campo a la elección de su sucesor en el Partido Popular, pero aclara que no lo abandonará nunca y apoyará a quien sea escogido como líder del PP.
Tal vez la historia sea mezquina con la memoria del presidente Rajoy, pero en Venezuela, los venezolanos republicanos siempre le recordaremos con mucho respeto, reconocimiento y agradecimiento por su respaldo y accionar ante la pérdida de nuestra democracia.