COLUMNISTA

Que se vayan y nos dejen vivir en paz

por Gladys Socorro Gladys Socorro

El cambio político en Venezuela avanza a pasos agigantados. Enero se ha caracterizado por la vorágine informativa mundial sobre lo que pareciera inminente en nuestro país: la salida de Nicolás Maduro de Miraflores. Solo en un mes hemos vivido lo que hemos deseado por décadas cargadas de frustraciones, divisiones, insultos, ataques y descalificaciones.

Estamos muy cerca de lograr el objetivo. Sí, realmente lo estamos. Vamos sin pausas pero sin prisas, con pasos firmes que nos lleven a puerto seguro. Anhelaba ver a un país llorando de alegría y con esperanzas renovadas de cara a un nuevo comienzo. Ya era hora de sacudirnos esa desesperanza que nos mantenía cabizbajos y sin ganas de luchar. Sin embargo, veo con dolor cómo esta misma posibilidad de triunfo que tanta alegría nos da también ha sacado lo peor de nosotros.

Solo bastó que el gobierno encabezado por Juan Guaidó pusiera en el tapete una Ley de Amnistía para que las calles y las redes sociales se inundaran de insultos, reclamos, odio y acusaciones. Me atrevería a decir que si no fuera porque estamos tan cerca de lograr la salida de Maduro gracias al respaldo internacional, ya Guaidó fuera el más traidor, colaboracionista y vendido de la historia patria. Y es precisamente esa Ley de Amnistía uno de nuestros mayores retos como sociedad, como país y como seres humanos. Aparte de la necesidad de aprobarla para poder hacer un piso que permita el quiebre definitivo entre los militares y el ala de poder representada por Maduro, debemos entender que por más que queramos, los chavistas van a seguir existiendo. Aunque hoy la rabia y el dolor no nos permitan entenderlo, el momento de aceptar la existencia de todos los grupos tiene que llegar.

Basta revisar Twitter y ver el ataque desmedido hacia el papa Francisco, sin ni siquiera detenerse a pensar que la posición frontal que ha asumido la Iglesia Católica venezolana en contra de Maduro y su combo seguramente está avalada por el Vaticano. Basta también revisar Twitter para ver el ataque visceral en contra de los líderes de los partidos políticos, sin darse cuenta de que si hoy el Parlamento nacional en pleno apoya a Guaidó y transita la misma vía, es porque precisamente esos partidos, a través de sus presidentes, bajaron las directrices a sus diputados. Más aún, si la comunidad internacional ha actuado categóricamente en nuestro país es porque tiene en ellos interlocutores válidos para el desarrollo de las estrategias.

El renacer de Venezuela tiene muchas heridas abiertas. Hablamos de una reconstrucción del país pero nos desconocemos entre nosotros. El dolor no nos deja razonar y las lágrimas nublan nuestros pensamientos. Y eso es hasta normal, pero por nuestro bien debemos trabajarlo. Todos hemos sufrido, este gobierno nos ha tatuado la rabia y la tristeza en el alma. Quizás todos tenemos motivos para repudiar lo que huela a chavismo, pero, créanme, ese camino solo nos hará igual a ellos.

Yo, al igual que ustedes, tengo razones de sobra para avivar sentimientos de rabia hacia ellos: hace 5 años me mataron a un hermano, mi familia está mutilada, 95% está regada por el mundo y solo puedo verlos a través de un teléfono. Están sobreviviendo en países extraños. Este gobierno también me alejó de mi único hijo y mi madre ha tenido que guapear porque se quedó sin nietos en el país. Y es precisamente por ese dolor que me desgarra el alma que hoy solo le pido a Dios que se vayan y nos dejen vivir en paz, que se vayan y nos dejen rehacer nuestras vidas, que se vayan y nos permitan soñar otra vez. De ellos se encargarán la justicia del hombre y la justicia divina. Eso escríbanlo en piedra.

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