“Qué triste futuro nos espera…”, escribió recientemente un profesor de nuestra ilustre Universidad de los Andes cuando refería lo siguiente: “Luego de dos semanas de reinicio de actividades, varios cursos de diversas facultades aún no han iniciado clases, sencillamente porque no ha llegado ni un solo estudiante. Esta semana se efectuó la inscripción y cursos que hasta hace un semestre tenían 30 o 40 alumnos, solo cuentan con 3 o 5 inscritos. Qué tragedia para nuestra nación”.
El profesor, mientras llama la atención por la fatalidad de perder a toda una generación de discípulos, señala con angustia la pasividad o indiferencia de toda una nación que contempla inmutable el sucumbir de las universidades del país. “El silencio nos abruma”, dice.
¿Dónde están esos estudiantes de la Generación del 28 que se enfrentaron a la barbarie del “Bagre” y pagaron con sangre, sudor y lágrimas en la construcción de carreteras, el exilio o las cárceles para recuperar la dignidad y la libertad de su país?
¿Han desaparecido los valientes del 58 que desafiaron al “rey de la Orchila” y su pretensión de perpetuarse en Miraflores mediante un espurio plebiscito?
¿Qué habrá pasado con esa juventud rebelde, inconforme que se manifestaba en las calles de Caracas, Mérida, Cumaná, Maracaibo o Valencia, por sus cupos, falta de laboratorios, mejoras curriculares o simplemente por mayores presupuestos para sus universidades?
¿Habrá asesinado el régimen junto con tantos jóvenes su apetito de libertad e ilusión de futuro?
Venezuela cambió tanto que antes de la llegada del socialismo del siglo XXI la inversión en programas como Fundayacucho durante dos décadas fortaleció el nivel académico de todo el país, ese que dicen que no teníamos, pero que fue envidia de nuestro continente por sus instituciones de educación superior y sus plantillas de docentes e investigadores.
Una generación perdida, como perdido está su porvenir, sus miras y ambiciones centradas en salir del país devastado y desarrollar sus destrezas en el extranjero. Hoy los jóvenes venezolanos son triunfadores en otras tierras porque en Venezuela los gerifaltes rojos rojitos les robaron su futuro aquí, en su patria.
Es probable que muchos pensaran que el gasto social obligaba otro rumbo, mayor a la educación superior, algunos siempre recriminaron la administración universitaria. Es posible que ese presupuesto precisara ajustes sin asfixiar al sistema para rectificarlo. Solo un imbécil pensaría que el país con su sistema educativo enclenque pueda crecer y progresar en la era del conocimiento.
Bonos y CLAP producirán la nueva generación, una seguramente llamada “la generación de las (y los) bolsas”.
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