COLUMNISTA

¿Qué sería lo que quiso el negro?

por Armando Martini Pietri Armando Martini Pietri

Venezuela es afortunada y de extraordinario gentilicio, con poco o ningún sentimiento racista o discriminatorio, pero hace dos décadas se alborotó la negritud venezolana cuando, equivocada, creyó que uno de ellos, un mestizo caprichoso de nariz aguileña y asimétrica, labios gruesos y cabello ensortijado, había llegado para incluirlos y reivindicarlos.

Mal estudiante, peor alumno, pero animoso cadete en la Escuela Militar, donde nacieron oficiales sobresalientes y el orden en cada promoción se valoraba con satisfacción y orgullo. De repente, un flaco insurgente, novelero, embustero, hablador de pendejadas, chismoso e intrigante, infiltró, y por increíble que parezca, inspiró. Diferente a Pérez Jiménez, tachirense, de voz chillona, anteojos, bajito y regordete, graduado con la mejor calificación, alcanzando nuevos estándares récord en la Academia, y quien, por evaluación y poder, jamás adelantó promociones de grado ni se ascendió siendo presidente (con elecciones amañadas) y comandante general de la Fuerza Armada. Hoy los generales proliferan, la norma para el ascenso, ser sumiso y complaciente.

En realidad, negro (término de diversos significados, cambiantes según tiempo y lugar) en Venezuela no existe. Los venezolanos somos una mezcla de grupos étnicos, europeos, amerindios y africanos subsaharianos. El joven criollo, espigado de los llanos, no hablaba con la seriedad andina, sino con el tono polvoriento, del barrio bajero del juego machista de las bolas criollas, el denuedo entusiasta del beisbol o el escandaloso basquetbol que comenzaba con furor y afanes, pero jamás con el frenesí de un Caracas-Magallanes. Por cierto, donde al barinés le hubiera gustado figurar. Criado por su abuela mientras vendía “arañitas” por las ardientes calles de Sabaneta; sin mérito militar ni calificaciones más allá de lo corriente; jugador mediocre; con entrenamiento paracaidista y la ocurrencia de animador en eventos del Círculo Militar, donde tropezó con cualidades de unos pocos, fallas de la mayoría, desconciertos y egoísmos de una dirigencia desgastada, confundida y carcomida; por lo que ingresó a batazos en aquella cristalería abandonada, que resonó hasta que un carcinoma cubano vino a llevárselo.

Confiscó lo que envidió y ambicionó cuando le provocó. Desatendió la atención médica. Aumentó sin miramiento el nivel de pobreza y la deuda sobrepasó el horizonte de lo insostenible. Implementó con goce y complacencia el apetito impositivo que produce indigencia, estrechez y penuria. No dudó sobre el monopolio de las armas, restringiendo la capacidad ciudadana para defenderse, y estableciendo un Estado policial cruel, opresivo y arbitrario. La educación se convirtió en adoctrinamiento de la miseria intelectual para derrumbar el sano intelecto. Sometió inmisericorde y sin compasión las instituciones del Estado, violando derechos humanos. Y en los aspectos de la vida ciudadana, que investiga, escudriña, vigila, para chantajear y hacerlos dependientes. Como insignes socialistas, exacerba la lucha de clases, receta de la estupidez comunista, para dividir ricos y pobres. Finalmente, aplica la religión chavista, catequizando como excelencia el socialismo castrista.

Despachado a podrirse con cañonazos de salva cada 24 horas en el que fuera centro de formación profesional de militares. Y el designado, sin demasiado entender, cercado de insignificantes, rodeado de inservibles, con sueño de locutor, fantasía de pelotero, brujo de ocasión y pájaros revoloteando, sin saber cómo usar el uniforme, chaquetón a la cubana que concibieron los castristas para cuadrarse sin aversiones.

Encauzado por castristas cubanos, aguantó, resultando como el hambriento con habilidades, todo lo sabe y todo lo cobra. Bigotes recurrió a la invención, y en una farsa inventó una historieta por encima del peregrino de la Venezuela profunda. Sin embargo, el comic no funciona sin fantasía, y si no hay ilusión e imaginación, tampoco creerán que pueda volar.

Así las cosas, carteristas ataviados de opositores; politiqueros alcahuetes, sinvergüenzas del cuchitril que, sin remordimiento, manipulan el libro sagrado y tergiversan información, cuando conviene a intereses y encaja en afectos; sin alternativa, solo queda acudir a especialistas y genios naturales de la comiquita.

@ArmandoMartini