Lo que siempre ha hecho. Mostrar coherencia, firmeza y coraje. En enero de 2012 zarandearon en la sede del Palacio Legislativo palabras lapidarias de María Corina Machado durante la presentación de la Memoria y Cuenta presidencial. “Tenemos ocho horas escuchándolo a usted describir un país muy distante del que estamos sintiendo todas las mujeres y madres venezolanas. Es el momento de darle respuestas al país. Usted se ha dedicado a expropiar, que es robar…”, en su cara y de frente a Hugo Chávez cuando estaba en lo más alto de su poder, cuando lo habitual era adularlo y con una oposición de simple relleno, que aterrorizada no podía creer semejante atrevimiento. No lo hizo a través de discursos ni proclamas. Fue directa, sin tapujo, ni máscara, descubierta.
Jamás ha dejado el compromiso que asumió con sus conciudadanos, su país, su nación. En ningún tiempo ha maquillado sus argumentos ni señalamientos. Y así ha seguido, año tras año, acorralada, sin recursos, vetada por la tiranía, dejada de lado, ignorada y subestimada por esa parte de la oposición acomodaticia, de espíritu colaboracionista y alma cómplice, que se preocupa más por los espacios a ocupar y negociaciones oscuras que por el pueblo al cual defender y liderar de forma adecuada; censurada en medios blandengues y temerosos, acosada por quienes intentan frenarla, impedida de tomar un avión, con prohibición de salida, encerrada en Venezuela como si con eso la perjudicaran. No logran comprender que para ella Venezuela, su plena libertad en democracia, como tierra de una ciudadanía consciente tanto de sus derechos como de sus deberes, es misión de vida.
Para los represores, Venezuela es una cárcel porque el mundo los espera para juzgarlos y paguen por sus delitos; para María Corina Venezuela es un propósito vital.
Nuestro país ha sido pródigo en mujeres valientes, inteligentes y llenas de grandeza. Las que han desempeñado grandes protagonismos en la historia y las que hacen historia todos los días defendiendo a sus hijos, familias; trabajando sin descanso, con mucho esfuerzo y sentido firme de responsabilidad en todo lo que tengan que hacer para vivir mejor. Usted las conoce, todos las conocemos, son madres de nuestros hijos, estamos casados con ellas, somos su descendencia, hermanos, parejas. Y son más las que cumplen con sus esposos, les dan fuerza y soporte, que los hombres que hacen lo mismo con ellas, debemos reconocerlo y criticarlo.
El hombre que abandona a una mujer para evadir una responsabilidad familiar es de la misma calaña de los que no tienen el valor de capitanear la vida.
María Corina es persistente símbolo de esas venezolanas, lleva demostrándolo siempre, a pesar de la estulticia politiquería, esa turbia y persistente manera de entenderse con el régimen a partir de la engañosa pretensión negociadora, cuyo resultado ilusorio fue una burla, y esos bichitos con habilidad asombrosa del acomodo y conveniencia, pero que carecen de coraje, archivan ideologías en gavetas, sueñan cargos, ventajas y beneficios.
Hay quienes ejercen su tarea con categoría turística, bien viajados y mejor financiados, hablando barbaridades del régimen –irónicamente solicitando mejoras electorales– en países donde cualquiera puede decir lo que quiera sin dar con sus pensamientos en la cárcel o sepulturas, pero no contaban con la picardía castro-madurista para afrontar retos, que, si no es por la elasticidad infinita del oportunismo de sectores adversos, ya la revolución castrista venezolana estuviera extinguida.
Sin embargo, María Corina sigue aquí pateando las calles, acompañada o sola, luciendo sus convicciones e ideologías a voz batiente. Entendemos que Antonio Ledezma comprendió que era más útil desplegando banderas afuera que preso en Venezuela y se escapó, pero otros no han estado presos –aunque hayan sido cacheteados y empujados alguna vez–.
Como esas mujeres que sacrifican todo por proteger y guarecer a sus familias, María Corina podría estar tranquila, pero continúa recorriendo con su mensaje esperanzador de dignidad y valentía con lógica coherencia de quien escogió un camino y lo sigue sin concesiones ni descansos, un objetivo de libertad por el cual lucha sin descanso.
Una vez más demostró temple, audacia, cuyo verbo y acción deben servir de ejemplo para que los diputados democráticos, en vez de enredarse en leguleyas divagaciones, entiendan cómo se le habla a un dictador. Sin dobleces, consentimientos, adulancias ni cobardías: “Al pan pan, y al vino vino”. Eso es lo que hacía días atrás en los alrededores de Miraflores, nido de la tiranía, lo que hizo al entregar un mensaje al dictador en su propio puesto de mando a uno de sus obedientes custodios.
Allá fue María Corina a decirle sin disimulos ni pretextos en su cara al régimen dictatorial que, así como una vez increpó sin miedo a Chávez, ahora le señala el único camino posible al regente del peor, más equivocado y desacertado gobierno de nuestra historia: la dimisión.
@ArmandoMartini
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