Al final de su vida Fidel Castro declaró a Julia Sweing, de la revista The Atlantic Monthly: “El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros… No se puede exportar porque no funciona ni en la isla”.
El gobernante venezolano pretende confiar la supervivencia de su moribundo régimen a Rusia y a China. Antes expliqué por qué Rusia ya no puede repetir lo que la URSS, en el apogeo de su poderío militar y económico, hizo con Cuba entre 1961 y 1991. Hoy me voy a referir al caso de China.
Ante el fracaso del comunismo, Mao lo había ensayado todo: el “gran salto adelante”, que desembocó en una gran hambruna y provocó la muerte de no menos de 30 millones de personas; el “movimiento de las cien flores», la “revolución cultural” y otras políticas… Nada funcionaba, porque, parafraseando a Marx, el comunismo contiene “el germen de su propia destrucción”.
Al morir Mao, su sucesor –Deng Xiaoping– llegó a la misma conclusión que Fidel: el modelo chino no funcionaba ni en China. Sostuvo: “¿Qué importa que un gato sea blanco o negro con tal de que cace ratones?”.
Impone su propio modelo: “Un país dos sistemas”. Del capitalismo tomó las ideas de mercado que aplicó en zonas económicas especiales con la versión más neoliberal del sistema. Grandes inversiones extranjeras fueron responsables del espectacular crecimiento que experimentó China y que la transformaron en la segunda mayor economía del mundo. Sin embargo, inmensos sectores de la población china, fuera de las “zonas económicas especiales”, se mantenían en su pobreza ancestral.
Pekín está replanteándose el modelo. Su mayor interés es promover un crecimiento hacia dentro para aumentar el nivel de vida de centenares de millones de chinos. Con su perseverancia milenaria están poniendo todo su empeño en ello. Eso sí, al cambiar de prioridades, han sacrificado su fenomenal ritmo de crecimiento. Su PIB, que a partir de 1978 y por tres décadas creció a una tasa de dos dígitos, ahora se ha desacelerado.
En sus relaciones con Venezuela su interés es cobrar los 30.000 millones de dólares que aún les deben y que el país se comprometió a pagarles con petróleo. Pero el régimen venezolano no ha cumplido y hoy se estudia un refinanciamiento.
China sabe que el socialismo venezolano se fue a pique y que la seguridad jurídica brilla por su ausencia. Si bien reciben todo lo que en su desesperación el inmaduro gobernante tropical les ofrece en bandeja de plata, a la hora de la verdad no están dispuestos a entregar dinero fresco ni a realizar grandes inversiones en el país.
La visión que China tiene de Venezuela queda reflejada en los informes de Dagong Global Credit, su calificadora de riesgo soberano –que pertenece a The People’s Bank of China– la cual viene rebajándole continuamente el raiting crediticio al régimen venezolano. Veamos lo que dicen sus informes:
“Los desbalances estructurales de la economía y la seguridad social en deterioro resultan en un descontento público cada vez mayor frente al gobierno… Serios desbalances macroeconómicos arrastran a Venezuela en el corto plazo a una recesión y exacerban el riesgo de tensiones sociales. Su elevado déficit fiscal, sus insuficientes reservas internacionales y las presiones hacia significativas devaluaciones de su moneda local, contribuyen a una evidente tendencia de deterioro en los niveles de solvencia del gobierno (…). A corto plazo, el riesgo de una escalada de conflictos políticos internos aumentará significativamente. La emisión excesiva de moneda conduce a Venezuela a la hiperinflación, y por tanto su entorno de crédito se deteriora continuamente”.
Esa es la visión que China tiene del régimen venezolano. Sin duda, se sentiría más segura con cualquier otro gobierno con el que pudiera sostener relaciones más serias y brindar, como siempre hacen, por “la tradicional y perdurable amistad entre los pueblos de Venezuela y China”. Por otra parte, con íntima sorna, se deben estar riendo del régimen.
China no se desviará de sus metas ni emprenderá aventuras para salvar a nadie. Se trata de una nación extremadamente pragmática, ajena a dogmatismos. Mao para ellos es solamente un “porrón chino” enterrado en una esquina de la plaza Tiananmen. A los amigos del régimen les digo: bájense de esa nube.
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