COLUMNISTA

Proyecciones 2019

por Salvatore Giardullo Russo Salvatore Giardullo Russo

Comienza un nuevo año, y desbordan las promesas de buenos augurios, prosperidad y paz, con la esperanza de que 2019 sea diferente a 2018; sin embargo, por los vientos que soplan, continuaremos estancados en la misma miasma, sin avizorar cambios sustantivos para mejorar la realidad que nos embarga a todos los venezolanos. Seguiremos arrastrando los viejos problemas, que con el cambio en el calendario no van a desaparecer, sino aumentar, lamentablemente.

Según expertos en el campo económico, como el Fondo Monetario Internacional, se registró en Venezuela que en el año que recién acaba de concluir, se asentó una inflación de 2.000.000% (2 millones x 100), y se pronostica, si la situación sigue sin ningún cambio y con el mismo diseño de políticas públicas, que 2019 llegará a 10.000.000% (10 millones x 100). No hay soberano que aguante esa realidad, no hay venezolano que tolere esa situación de hambre y miseria.

Si hablamos del dólar paralelo, su cotización para este nuevo año superará la barrera de lo inimaginable, seguirá su ascenso, dependiendo de la inestabilidad de la moneda local, donde ya no hay confianza en el bolívar soberano, que hasta en el comercio al detal, las compras y ventas se realizan en divisas.

No podemos olvidar el producto interno bruto, PIB, que para 2018, según datos del Banco Mundial, la caída fue de 18,2% y para 2019 se proyecta que el decrecimiento económico siga por la misma senda, difícil de pronosticar, debido a diferentes variables, como el precio del petróleo, los índices hiperinflacionarios, el desempleo y la falta de claridad en el diseño y aplicación de políticas macro y microeconómicas, pero seguramente la cifra para finales de este año será igual o peor.

Durante los últimos años, desde 2014 hasta 2018, hemos estado inmersos en una recesión económica que ha empobrecido a los venezolanos de forma acelerada, sin viso de cambio en las políticas económicas en el corto y mucho menos en el mediano plazo. A pesar de que se le quitaron cinco ceros a la moneda con la instauración de un nuevo cono monetario y la derogación de la ley de ilícitos cambiarios, el día a día del venezolano no cambió, solo se mejoró el uso del efectivo, pero no se detuvo la inflación, la escasez no mermó y la devaluación siguió adelante, porque se continuó imprimiendo dinero inorgánico para cubrir gasto fiscal.

Desde que se instauró en 1998 la revolución bolivariana en Venezuela, nos convertimos en la nación del hemisferio que menos inversión extranjera ha recibido. Muchas empresas han cerrado por falta de insumos, otras han prácticamente huido de los controles asfixiantes del gobierno y algunas han sufrido un proceso de estatización y nacionalización que las han llevado inexorablemente a la quiebra.

No hay que olvidar a los trabajadores, compatriotas que necesitan de su sueldo, para cubrir sus necesidades; no obstante 2019 no pinta nada bien. Los ingresos de los venezolanos se convertirán en polvo cósmico, mermando significativamente el poder adquisitivo de los asalariados, donde un gran número de connacionales no tienen acceso a la cesta básica alimentaria.

Por otro lado, la producción petrolera se agravará para este nuevo año, disminuyendo aún más la capacidad productiva de barriles de crudo, ocasionando que la República reciba menos ingresos en dólares, sumado a que no se espera un alza significante del petróleo para esta temporada.

Se estima que Venezuela podrá cumplir a duras penas con los compromisos de pago de la deuda externa, sacrificando la inversión nacional, pero seguirá siendo considerada por los mercados internacionales un país de alto riesgo para honrar sus pasivos.

Este año que comienza para todos va a ser de supervivencia, esperemos que el Ejecutivo nacional ponga a un lado su afán de controlarlo todo y empiece a aplicar medidas económicas correctivas, para eliminar de una vez por todas las distorsiones producto de políticas económicas erradas que no tienen otro fin que dominar a la sociedad y convertirla en dependiente de las dádivas del Estado.

Para que se logren esos cambios, es necesario evolucionar políticamente, innovando en el gobierno nacional. Diseñar y aplicar políticas económicas que nos hagan crecer como país, que nos coloque en el concierto mundial de las naciones que tienen como norte el crecimiento y el desarrollo de su capacidad productiva, que valoren los méritos y eliminen de una vez por toda la discriminación política.

Para ello, hay que desmantelar el control de cambio, los controles de precios y que el Banco Central de Venezuela cuente con la autonomía necesaria para que sea el garante de una política monetaria sana y correcta, alejada de cualquier vicio populista.

Esto se podrá lograr llegando a un gran acuerdo nacional, para darle piso político a las medidas necesarias que se deben tomar, poniendo a un lado los egoísmos y los personalismos que mucho daño le han hecho al país, optando por una visión de futuro para edificar la nación que todos nos merecemos, con un liderazgo correcto y sincero, enfocado en el diseño de políticas públicas serias, para así revertir este desastre bolivariano, para conducir a Venezuela por el camino del crecimiento, que pueda así beneficiar a todos los habitantes. No será fácil, hará falta sacrificio, lágrimas y mucha paciencia, pero solo así lograremos enrumbarnos con esperanza y optimismo en la construcción de la nueva patria.