La asunción de Juan Guaidó a la Presidencia de la Asamblea Nacional marca un hito importante en la política venezolana. De esta manera emergen nuevos liderazgos y nuevas visiones con poder para realizar acciones políticas e institucionales en aras de construir un mejor país o, dicho en otras palabras, para reconstruir sobre nuevas bases lo que este oprobioso régimen, sin fundamentos para ello, ha destruido a diestra y siniestra.
Una pléyade de nuestros jóvenes está en pie de lucha. Día a día, los dirigentes de ese poderoso movimiento juvenil de reafirmación democrática crecen, se extienden y asumen importantes responsabilidades en todo el territorio nacional. El país entero se percata de la valentía y la pertinencia de este refrescante esfuerzo de los muchachos. Su lucha es por el respeto a la libertad, la democracia, los derechos humanos; es la lucha contra un régimen que viola derechos, leyes, conculca libertades e ignora y desprecia el valor de la vida humana, por eso la actitud de ellos sacude y conmueve la conciencia de los venezolanos.
Nuestros valientes saben que quien puede amedrentar, podrá dominar y por eso no se dejan doblegar por ese miedo que se ha entronizado y del cual abusan todas las organizaciones autoritarias, desde el gobierno y las instituciones hasta la FANB y las llamadas fuerzas del orden. Todas ellas se dedican a atemorizar para dominar y obligar a renunciar al ejercicio de los derechos y a instar a que no se cumpla con el deber ciudadano. El ejemplo más odioso de este régimen totalitario del manejo del miedo para sojuzgarnos como pueblo, fue el prolongado y cruel martirio a que sometió a los grupos de jóvenes que valerosamente se enfrentaron durante muchos meses a las fuerzas represivas que con gran vesania los hostigaron, vejaron, asesinaron, torturaron, exiliaron y encarcelaron y cuyo recuerdo, hoy por hoy, se ha convertido en inspiración de la gesta de nuestros muchachos. Este gobierno perverso, ineficiente y corrupto, incapaz de resolver los problemas sociales con inteligencia y participación democrática, ha adoptado la consigna “gobernar es asustar” y con ella pretende atropellar y sojuzgar a los valientes ciudadanos que luchan no solo por ellos sino por todos nosotros, pacientes también de las iniquidades gubernamentales. Hay que apoyar efectivamente y con audacia y coraje al movimiento juvenil porque él constituye y representa la vanguardia de lo que aspiramos la mayoría de los venezolanos: paz, concordia, diálogo, entendimiento, reconciliación y visiones modernas de lo que debe ser y hacer una sociedad exitosa en beneficio de sus miembros. Por tales razones, el régimen, ahora más que nunca, está decidido a desafiar y poner a prueba la determinación de los jóvenes. No les dejemos solos frente a las arbitrariedades y falta de escrúpulos del tirano y sus secuaces, acompañémoslos multitudinariamente y prodiguémosle nuestra solidaridad militante.
No olvidemos que el ciudadano asustado no puede ser buen ciudadano, porque teme cumplir con sus deberes cívicos, incluso el de informarse sobre ellos. Cuanto mayor es la coerción, tanto menor es la solidaridad, porque el asustado se limita a tratar de sobrevivir precariamente y con la conciencia mancillada por no haberse atrevido a hacer lo que debía haber hecho en el momento que se requería. Aprovechemos la enseñanza del filósofo romano Lucrecio: “Conocer para perder el miedo”. Al encender la luz, perdemos el miedo a la oscuridad. Nuestros muchachos y sus líderes son la luz; ellos tienen la autoridad moral y la conciencia de la responsabilidad que asumen con el país y ello nos sirve de acicate e inspiración para a luchar por lo nuestro.
¡Que vivan los jóvenes!