Ha habido dirigentes políticos, intelectuales, activistas, amigos de la causa libertaria en el exterior que siempre sostuvieron que un régimen como el de Chávez y ahora Maduro jamás aceptaría irse por la vía electoral. No fue una teoría válida para todos los países y tiempos, sino un planteamiento específico para esta operación de tripas afuera que lleva a cabo Maduro sobre Venezuela. Este régimen no está dispuesto a irse por una derrota electoral, y todas las veces que ha sido derrotado en escala nacional (referéndum constitucional de 2007 y Asamblea Nacional de 2015) o en escala regional/local ha vaciado de competencias las instituciones resultantes. Los rojos, incapaces de volver a ganarse el corazón de los venezolanos, les quitan la comida, las medicinas, la esperanza y el porvenir.
Hubo dirigentes, analistas, periodistas nacionales y extranjeros que vieron esto venir y lo dijeron. Hubo muchos que no lo vieron y estaban en su derecho; pensaban que Chávez era demócrata o que no podría mantenerse con derrotas electorales aplastantes y que menos aún el chavismo, en su fase degenerada con Maduro a la cabeza, podría resistir la avalancha de votos. No ha resultado así. Unos lo vieron y otros no lo vieron venir; hecho natural en toda situación caótica, con elementos políticos conflictivos, con asimetrías graves de información y de formación.
Nada que no sea normal. El problema se presenta cuando hay quienes se resienten porque se recuerda que alguien “lo dijo”; se les eriza la piel y atacan a los que vieron lejos, como si fuera un problema de satisfacciones ególatras. Si no se vio a tiempo, es posible que exista un dispositivo intelectual, ideológico o político que nuble la visión y que requiere una revisión autocrítica. Sorprende que no haya quien diga de la manera más simple, sensata y normal: “Me equivoqué”.
No es para disminuir a los que no anticiparon la dictadura, sino para restablecer el punto de partida, para ver de nuevo, con mejor actitud las demandas de hoy.
La unión entre todos es necesaria si se comparte propósito y estrategia comunes; pero no es posible lograrlos si esta nueva mirada no se instala. No es un mero viraje porque las condiciones cambiaron, sino un replanteamiento esencial de la posición de los dirigentes en este proceso. ¿Nuevos rostros? Tal vez convengan; pero, sobre todo, una nueva visión.
Unirse no es una operación cosmética, sino colocarse en un lugar donde antes no se quiso estar, con posiciones que no se tuvieron, y con gente que no se quiere.