El gobierno –aún turulato– no parece haber entendido el significado y riesgo que produce el escape a otras latitudes del dirigente opositor Antonio Ledezma, alcalde metropolitano de Caracas. Aunque, claro, también podría haberlo comprendido, como puede interpretarse de la sonrisa nerviosa y humorada inquieta de Maduro. ¿Quizás solo sea una careta?
Quien se ha ido del país no es solo otro opositor. Es un líder político de prestigio, respetado en España y Latinoamérica. Un dirigente de la socialdemocracia internacional, y, como señaló un analista político en Madrid, “este sí es un preso político de verdad”.
Se le ha ido de las garras al régimen un hombre de sano verbo y reconocido talento, un líder que trasciende al dirigente cotidiano, debate con sobriedad, profundidad, palabras y conceptos definidos. De esos que no emocionan, sino que hacen pensar y reflexionar.
Por estos días también hubo un debate en las Naciones Unidas sobre la situación venezolana, bajo la Fórmula Arria, en presencia de su proyectista y creador Diego Arria; el desarrollo de las intervenciones no fue precisamente amable. La ex fiscal general, Luisa Ortega Díaz, por su lado, se reunió en La Haya con la Corte Penal Internacional y denunció quebrantamientos con papeles en mano.
Hay menos alharaca, que aquel periplo por el viejo continente de turismo y fotos; sin embargo, Europa y Estados Unidos siguen con especial atención lo que ha hecho, hace y hará el régimen castromadurista. Detalle que deberían analizar con cuidado algunos dirigentes opositores –que a pesar de apropiarse indebidamente la representación ciudadana– aceptaron dócil y mansos viajar a República Dominicana, los dos primeros días de diciembre, para dialogar y acordar con el oficialismo, entre otros disparates, refinanciar la deuda producto del asalto inmisericorde al Tesoro Público, que hipotecará por generaciones a los venezolanos. Los dialogantes no tienen legitimidad, derecho y autorización para hacerlo, y, si lo hacen, enfrentarán la justicia y serán desconocidos por los ciudadanos decentes, de principios éticos y buenas costumbres.
Las hallacas, el pan de jamón, la ensalada de gallina y el pernil de estas navidades estarán más caros que nunca, mientras la fiesta decembrina de Maduro y compinches será vigilada en su desastrosa historia.
Creer que Antonio Ledezma se haya ido solo para aprovechar que su hija es residente en España y dividir la oposición es de esas tonterías majaderas simplonas que solo está en la mente de envidiosos y soberbios pedantes, que ya no pueden manipular a placer su abusiva prerrogativa monopólica sin ser descubiertos. Lo cierto es que será recibido con satisfacción por los gobiernos democráticos y libres; Madrid es el punto de salida a toda Europa y puente de encuentros con la social democracia europea.
Se podrá reunir sin restricciones, contará en detalle la realidad que sobrellevan y toleran los venezolanos –y que algunos pretenden ocultar en solapadas tertulias–, con mucha fuerza personal y conocimiento estratégico político que, por ejemplo, el guaro mentiroso y embustero con ínfulas de pretendido rey del Tamunangue, padre de una lista más florida que la de Tascón o Maisanta, y pocos opositores que han disfrutado del turisteo, numerosos viajes, amables recibimientos y cordiales atenciones; pero defraudando a sus interlocutores con incoherencias y falsedades.
Ledezma exhibe autoridad, experiencia y se ha ganado respeto, además de sólidas relaciones con la dirigencia europea, que hoy es también puente de plata con Washington, recordando que la atención de Donald Trump a otros asuntos no significa que ni él ni las Secretarías (ministerios) de Estado (canciller), Justicia, Tesoro y Defensa hayan descuidado a Maduro y sus alrededores. Por el contrario, los cara pálida lo tienen muy presente.
El alcalde es el político de mayor relevancia perseguido por el régimen venezolano que ha logrado escapar hacia los grandes centros de poder. Y ahora acompañado por Carlos Ortega, líder de los trabajadores y presidente de la CTV; alcaldes suspendidos y destituidos por una justicia parcial y verdulera; Diego Arria, su comprobado conocimiento, excelentes relaciones y elevado prestigio internacional dentro de la estructura de las Naciones Unidas; y lo más importante, vital, el acompañamiento de la maravillosa, extraordinaria y valiosísima diáspora venezolana que sufre y padece los rigores del exilio, obligado o voluntario, buscando mejor calidad de vida y oportunidades para sus familias.
Ledezma aterrizó, fue recibido por las autoridades, familiares, amigos, el ex presidente de Colombia Andrés Pastrana y un montón de periodistas ansiosos, ante quienes hizo sus primeras declaraciones. Fue noticia de primera plana. Desde entonces, no descansa, ha participado en diferentes foros, encuentros, visitas oficiales y programas de opinión haciendo mella a muchos que se creían dueños únicos y señores iluminados de las relaciones internacionales, era casi imposible interponerse en sus caminos; lograron la prohibición de salida del país para Lilian Tintori, el mutismo sepulcral de Leopoldo López y el silencio diplomático de Freddy Guevara, pero en ese afán desesperado con premeditación y alevosía de figuración obligada e impuesta por ausencia, se descuidaron y no contaron con la astucia de Antonio. No fue solo de la dictadura oficialista que escapó Ledezma.
Venezuela está en un abismo profundo y oscuro. El hambre acecha, la medicina escasea y la inflación incontenible hace estragos. Dice el refranero popular: “No hay mal que por bien no venga”, lo más importante, la prioridad es recuperar la libertad y la democracia plena, observar con atención cómo disfraces, máscaras y antifaces caen al precipicio de esta vergüenza que nos tocó vivir.
¡Cuidado con la furia de un pueblo paciente!
@ArmandoMartini