Sin duda, el régimen chavista se ha beneficiado no solo de una oposición falsa y colaboracionista, sino además de la incapacidad de esa misma oposición para articular una tesis y una estrategia para derrocar a la tiranía. Esa incapacidad ha contagiado a otros segmentos de la oposición que, aun sin ser deliberadamente colaboracionistas, ayudan sin querer a mantener el régimen.
Uno de los problemas de esa oposición es creer que la salida de la tiranía es un asunto de “líderes” o de popularidad. Esta creencia les lleva a predicar una supuesta unidad de todos los líderes y partidos de la oposición como la clave para derrotar al régimen. Desde esta perspectiva se trata de argumentar que la victoria contra el gobierno no ha sido posible porque, según la creencia, ha faltado “unidad”.
Esto no es cierto, porque si algo ha sobrado es la unidad electoral para participar en elecciones que solo sirvieron para atornillar aún más al régimen. Expresiones de esa unidad oportunista e indiscriminada en la que hasta los chavistas caben, fueron en su momento la Coordinadora Democrática y la alianza opositora que en el año 2000 postuló como su candidato al chavista Francisco Arias Cárdenas, y ahora más recientemente la MUD, que cobija en su seno a la ex fiscal chavista Luisa Ortega Díaz.
Contra toda evidencia histórica que constata el fracaso de esa unidad de naturaleza burocrática, los escombros de la MUD y algunos operadores políticos vuelven a plantear la manida tesis de una unidad de la oposición en la que todos caben. Argumentan que además hace falta un líder (o varios) que aglutine a la gente. En suma, que el problema es meterlos a todos en un mismo saco de gatos y escoger un “líder”.
Una unidad así planteada, que no defina el objeto y la tesis política con claridad, está condenada al más absoluto fracaso, tal como ya ha ocurrido a lo largo de estas dos décadas. Porque la unidad que necesitamos no es la de figurines electorales, sino más bien una unidad de propósito en torno a una política, que nosotros proponemos sea insurreccional.
A quienes hacen de este tipo de unidad su fetiche de moda, hay que preguntarles primero: ¿Unidad?, ¿para qué? ¿Para convocar un paro de 24 horas? ¿Para negociar condiciones electorales? ¿Para pedirle la renuncia a Maduro? ¿O más bien habría que definir primero una tesis política y una estrategia insurreccional que involucre fuerzas civiles y militares con el objetivo de derrocar al estado chavista, y luego sí convocar a una unidad de propósito en torno a esa premisa?
La necesidad de definir una tesis política insurreccional para derrocar al régimen es impostergable, más aún cuando se observa el grado de confusión de algunos “líderes” opositores como Antonio Ledezma, quien hace unos días vía Twitter pidió a la Fuerza Armada pronunciarse para “hacer cumplir la Constitución”. Se refería a la Constitución de 1999, esa que ha sido el soporte pseudolegal del estado chavista, y que habría que comenzar por desconocer y destruir para constituir un nuevo régimen político de leyes y libertad.