Despreciables para un buen número de opinadores que se hacen presas fáciles de la línea que, disciplinadamente, martillan las cadenas de radio y TV oficiales y las doblegadas a los deseos de la dictadura. No para mí.
Para mí las primarias han permitido comprobar que la inmensa mayoría de los partidos políticos de oposición ha decidido consolidar la vía electoral como última instancia política. Rescato la disputa que pueda mantenerse aún hoy en dos o tres estados –de veintitrés– como una muestra de que a pesar de las inmensas diferencias y, hasta antipatías, que existen entre los partidos que integran la Mesa de la Unidad Democrática, se insiste en hacer un inconmensurable esfuerzo por mantener una alianza que, si bien comenzó por ser solo electoral, ya trasciende esos linderos. Así que, ya solo por eso, las primarias merecen el halago de quienes compartimos el camino de la MUD. Y claro que hay mucho más que celebrar: el solo hecho de que se pudo realizar ese evento, no obstante el brevísimo lapso disponible para realizarlo, con una participación masiva de la militancia de los partidos a lo largo y ancho del país.
Y de allí, a las elecciones. Que la dictadura deje o no que se hagan, es problema de ellos. Lo que no es admisible es que alguien que pareciera no usar el coco, quiera vender con argumentos sosos que no debemos ir a elecciones. No quiero imaginarme el tipo de mesías que está esperando; pero si es a un militar, solo le pediría que trate de mirar con cuidado quiénes sostienen la dictadura. Y que trate de hacer memoria sobre cómo fue que llegamos hasta aquí, la más inmensa tragedia humanitaria que ha vivido esta tierra desde que Eva se antojó de la manzana aquella. En este preciso momento, el apego a la vía democrática y electoral, sin menosprecio de la protesta pacífica y constitucional que tantos muertos, heridos y presos políticos nos ha costado y que deben ser honrados, está rindiendo los frutos del reconocimiento por parte de las más importantes democracias del mundo. Fue pidiendo el cumplimiento del cronograma electoral que está en la Constitución y que la dictadura ha querido escamotearles a los venezolanos que llegamos hasta aquí y de allí no nos podemos dejar sacar. Tratarán de impedirlas suspendiendo las elecciones, inhabilitando a los candidatos ya seleccionados o tratarán de robárselas, para lo cual tendrán que hacer un fraude electoral, que dejará en pañales al del 30 de julio, en la que designaron a un mamotreto del que ya ni me acuerdo. Que lo hagan y carguen con las consecuencias. O que sean serios y asuman lo que cobardemente vienen negando desde el 6D, que son minoría.
Y ese aquí y ahora es el intento de acercamiento que se desarrolla en República Dominicana en estos momentos. Posiblemente no salga nada de eso, por la misma razón que no ha podido haber diálogo hasta ahora, que no es otra que la manipulación que la dictadura quiere hacer de cualquier diálogo, bombardeándolo con sus mentiras de siempre, pretendiendo convertirlo en una forma de ganar tiempo en su desesperación. Hablando de mentiras, el gobierno ha enviado en su representación a los más altos exponentes de la falsedad y se estrenaron al llegar diciendo que en Venezuela no hay alimentos ni medicamentos – que no vemos hace más de dos años – por culpa de las sanciones de Estados Unidos de América y que ellos no se arrodillan ante ningún poder extranjero (que no sea Cuba, China o Rusia). Mentiras, mentiras y más mentiras.
¿Podrán seguir en ese desgastado plan de manipular a la gente solo para ganar tiempo? Problema de ellos. La Mesa de la Unidad Democrática no puede dejar de acudir a un llamado a un acercamiento, para ver si por fin, dadas las nuevas circunstancias, la dictadura asume el cumplimiento de las obligaciones contraídas de permitir la apertura de un canal humanitario, someterse a la voluntad popular expresada en la Asamblea Nacional elegida el 6 de diciembre de 2015, realizar las elecciones previstas en la Constitución y liberar inmediatamente a todos los presos políticos. Nunca hubo tantos testigos con tanto poder para dejar en evidencia lo que la prudencia de quienes han tratado de servir de garantes en procesos anteriores no habían querido admitir, hasta que la se les agotó la paciencia.
Por eso creo que aquí y ahora la masa está para bollos. Aunque la cosa es peor aún, en Venezuela, la masa no está, tristemente. Nótese que por fin el santo padre dijo que en Venezuela hay una crisis humanitaria. ¿No lo sabía Francisco y se lo chismearon en Medellín, Cartagena o en Villavicencio? Algún criterio debe tener el individuo, que por algo llegó a Papa, y creo que lo único que pudiera decirse es que si se asume sinceramente la misión de mediador no vas a llegar a la mesa a caerle a trompadas a alguna de las partes. El Vaticano no está recién llegando a la mesa y pareciera haberse hartado ya de que le vean la cara de imbécil. Y, además, hay nuevos actores que seguirán con atención el proceso y no para escribir un libro.
En realidad, lo despreciable es que de este lado, si verdaderamente se es demócrata, se prefiera la selección digital de candidatos que hace la dictadura, a las elecciones primarias que acogió la MUD; que en lugar de contribuir a que el electorado pueda expresarse, estén soñando con unos mercenarios que vengan a salvarlos o con unos militares golpistas como los que sostienen hoy a la dictadura; o que condenen a la dirigencia opositora por su disposición a tratar de construir un diálogo serio, creíble y con garantías, cuando la historia muestra que en situaciones como la que vivimos siempre se termina dialogando. Sea antes, sea después de los muertos. Ya es después y hay demasiados muertos, pero hay que evitar que sean más.
Va de suyo que hablo de aquí y de ahora.